Capitulo 4: Insidias

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Aquí estoy de vuelta con el penúltimo capítulo de esta historia, una vez más os doy infinitas gracias por vuestro apoyo, y espero que disfrutéis de la lectura <3

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Fujio Ryuguji

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Fujio Ryuguji

Por enésima vez, Mikey rugió para sus adentros y asestó un puñetazo a una de las paredes del recibidor de su hogar. Pese al respaldo y las atenciones de su abnegada familia, su estado anímico se deterioraba con el transcurso de los días, mientras que su irascibilidad iba en aumento a causa del abandono y del exasperante mutismo de Draken, quien se negaba rotundamente a contestar sus llamadas y mensajes de texto, sumiéndole en la más absoluta incertidumbre. El temor a que todos sus vínculos afectivos con el alfa se hubieran resquebrajado de un momento a otro le comprimía el corazón. Para colmo de males, el intenso vértigo que le invadía cada vez que se asomaba al exterior le forzaba a permanecer aislado. Como un animal enjaulado. Mitsuya se había convertido en su única vía de comunicación con el alfa, por lo que solía contactarle con regularidad. Tristemente, nunca era portador de buenas noticias. Cuando éste le comunicó que Draken había abandonado Toman, y que no daba señales de vida desde entonces, Mikey se vio arrastrado por una espiral de angustia e impotencia.

—¿Qué demonios te ocurre, Kenchin? —se preguntó en voz baja, exhalando larga y profundamente.

No hallaba explicación posible a tan repentino y brusco cambio de actitud. Draken se había desvivido por él desde la agresión, reconfortándole física y emocionalmente, velando su sueño cada noche y ahuyentando el malestar producido por los difusos y repulsivos recuerdos que asaltaban su mente. Le había visto maldecir y sufrir en silencio por causa suya, luchando por mantenerse estoico y otorgarle el respaldo que tanto precisaba. Él no le desdeñaría de no haber una razón lo bastante poderosa. Ésa era su única certeza en esos momentos. Debía hacer un esfuerzo e ir en su busca. Si le perdía definitivamente, se desvanecería toda esperanza de recobrar la paz que tan cruelmente le había sido arrebatada. Un inesperado visitante tocó a la puerta principal, interrumpiendo sus pensamientos. Al otro lado de la gruesa lámina de madera se hallaba un sonriente Kisaki, cuya mera presencia contrajo las facciones de Mikey en una mueca de fastidio que éste se esforzó en disimular.

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