Capítulo 6: Unión (pt 2)

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Saludos a tod@s 🥰🥰 Aquí estoy de vuelta con la segunda parte del último capítulo, me disculpo por tardar tanto en actualizar, mi portátil colapsó de repente y estoy escribiendo en el teléfono, lo que se me hace demasiado incómodo :( Mil gracias por leer <3

Pese a la notoria inferioridad numérica —quince hombres desequilibraban la balanza de fuerzas—, los miembros de Toman fueron mermando golpe a golpe las defensas de sus rivales, cercándoles y apaleándoles con brutalidad. Al sentir la derrota azotando sus carnes, Osanai trató de huir en medio del caos, pero fue interceptado frente a las puertas de la sede por Chifuyu y Baji, quienes iniciaron una implacable ofensiva combinada. Incapaz de defenderse debido a las heridas infligidas por Draken, el líder de Moebius acabó rindiéndose a lo inevitable. Tras emitir un grito de ira, Kiyomasa se abalanzó sobre un indefenso Draken, dispuesto a asestarle una puñalada que, con toda seguridad, le habría causado la muerte, de no ser por la oportuna intervención de Takemichi, quien hizo acopio de todas sus fuerzas y le embistió con el hombro izquierdo, logrando derribarle para el asombro de todos los presentes. Se apresuró a forcejear con las ataduras del cuerpo de su vice líder, mientras Kiyomasa buscaba a tientas la navaja que había soltado durante el impacto. Aunque logró recuperarla, no tuvo ocasión de retomar sus intenciones, pues, una vez libre, Draken le estampó el pie derecho en el rostro, noqueándole al instante. Por su parte, Takemichi se dejó caer sobre la plataforma de madera y exhaló hasta liberar toda la tensión acumulada, temblando de pies a cabeza.

—Siempre fuiste una rata cobarde —espetó Draken, clavando su mirada salvaje en el cuerpo laxo de Kiyomasa—. Estás justo donde mereces.

Sin derrochar más tiempo, Draken se incorporó y, tras desembarazarse de los miembros de Moebius que intentaron frustrar su huida, echó a correr en dirección a la residencia de los Sano, maldiciendo el nombre de Tetta Kisaki. Por fortuna para el omega, Osanai había cometido el fatal error de mencionar al auténtico cerebro en la sombra de ese boicoteado intento de homicidio, y para coronar la cima de su estupidez, también había desvelado su ubicación y sus demenciales propósitos con el único fin de mortificar al alfa, convencido de que su plan conjunto culminaría con éxito. Lo único que Draken esperaba, era que aún no fuera demasiado tarde para Mikey.

—Fuiste tú... —La voz de Mikey sonó como un eco tan lejano que ni él mismo estuvo seguro de haber pronunciado palabra—. Recuerdo tu voz... y tu cara. Estuviste en ese bar. En algún momento de la noche, te acercaste a la barra y le hiciste una señal a uno de los camareros. Me miraste justo después, pero no dijiste nada y desapareciste entre la multitud. Ya estaba borracho entonces, así que creí haberlo imaginado. Pero ahora estoy seguro. —Sus facciones se crisparon, mientras la ira le corría por las venas—. Eres un cínico y un hijo de puta. —Sus palabras fueron como ácido escupido directamente a la cara del beta—. Tuviste el valor de ofrecerme tu apoyo, después de violarme y dejarme tirado en un callejón como si fuera basura...

—No hubo penetración —confesó Kisaki, desconcertando al otro joven—. Aunque el deseo me torturaba, no pude culminar. No tenía sentido poseer un cuerpo dormido. Quiero que compruebes por ti mismo que, a mi lado, tus necesidades quedarían cubiertas del todo. En mis brazos, no solo hallarías placer, sino también el amor y la atención que siempre demandaste de Draken. —Rozó sus labios con los del omega en una caricia sutil, al tiempo que disminuía la presión ejercida por sus dedos en el cuello ajeno. Esperaba que Mikey opusiera resistencia, pero éste se mantuvo inmóvil. Parecía que, al fin, había sucumbido a las circunstancias.

Cuando la lengua de Kisaki trató de abrirse camino al interior de su boca, Mikey se sublevó y clavó los dientes en ella. Kisaki aulló de dolor y se apartó de inmediato, maldiciendo a voz en grito. Aprovechando la distracción, Mikey le estampó el puño derecho en el mentón, haciéndole caer de espaldas. A toda prisa, se irguió y buscó el tubo metálico con la mirada. Cuando trató de asirlo, Kisaki le sujetó de la melena y le devolvió al colchón con violencia, sentándose sobre su vientre. Con rapidez y destreza, extrajo las esposas que guardaba en el bolsillo izquierdo de la chaqueta de su uniforme y le esposó las muñecas al cabecero de la cama. Furioso, se limpió la sangre que había brotado de su boca y alzó una mano con la intención de abofetear al omega, pero se contuvo en el último momento y respiró hondo, aplacándose a sí mismo. Después, habló entre jadeos: 

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