A veces...

A veces.... No sé lo que siento

Teníamos mucha confianza, nos lo contábamos todo. Estaba ahí cuando perdías un partido, y tú estabas aquí cuando mi abuelo murió. Exacto, mi abuelo había muerto. Fue un golpe duro y seco que penetro en mi cuerpo para no irse. Así hasta que me acostumbré a ese dolor. Ya ha pasado un mes desde su entierro y para que mentirte. No estoy bien.
Me lo pasaba bien viéndolo jugar. Iba con amigas y animábamos a su equipo. Era realmente bueno. Normalmente íbamos a celebrar sus partidos ganados con sus amigos o con sus compañeros de equipo. Me lo pasaba genial, había veces que no quería irme. Pero entonces, si solo éramos amigos.. ¿Por qué había veces en las que me tratabas como algo más? Decidí ignorar mis pensamientos. Ya habían pasado dos meses desde su entierro y para que mentirte. No estoy bien.

Era domingo. Los domingos solíamos ir a dar una vuelta, pero hoy no me apetecía así que le dije que se viniera a mi casa. Y así lo hizo. Vimos películas, nos reímos, sonreíamos. Entonces otro girasol brotó. Pero, ¿Mi girasol no había muerto? Raúl, ¿Podrías parar de ser tan jodidamente  mono? Ya habían pasado cuatro meses y para qué mentirte. Me estaba recuperando.
Me gustaba pasar tiempo con él. Me daba calma. Paz. Siempre había sido gracioso, pero conmigo tenía otra personalidad. Era cariñoso, simpático... Eso sí, también era muy gracioso. Y así me gustaba que fuera, incluso me ponía algo nerviosa cuando nos acostábamos en mi cama abrazados para mirarnos hasta que fuera la hora de ida. Ya habían pasado siete meses y para que mentirte. Con él se me pasaba todo.
Entonces, ya pasados los nueve meses, recordaba a mi abuelo con cariño. Ya no dolía, mi cicatriz había cicatrizado y me sentía mejor que nunca, con él. Entonces, cuando estaba sola me ponía a pensar en él. Y es que a veces... No se lo que siento.