A veces...

A veces... lo tengo todo más claro que nunca

Elena, su nombre recorría mi mente. Elena era si madre de Raúl. Era preciosa, simpática, graciosa... Todo lo que siempre he querido en una madre. Raúl y yo éramos mejores amigos, pero yo no sabía ser su amiga. Lo seguía amando. Y me di cuenta por fin de que no siempre hay que volver a ser amigos, porque si te sigo amando, no sabré como deshacerme de ti. No sabía como deshacerme de este sentimiento, de mi girasol. No quería cagarla con Raúl. Estaba bien siendo su amiga, pero a veces sentía una conexión. Como la Luna con la Tierra. Estaba bien viéndolo lleno de vida, mientras que yo no aportaba luz, pero si compañía.

Solía escribir pequeñas letras. No para una canción ni nada, sino para leerlas en un futuro e imaginar como era mi yo del pasado. "Hola yo del futuro, estás semanas han sido muy duras, pero siempre está mi rayito de sol" Efectivamente, mi rayito de sol era Raúl.
Seguía yendo a sus partidos y seguíamos quedando en mi casa. Pero entonces, pensándolo bien, mi dulce y precioso girasol a veces me hacía daño. Pinchaba. ¿Será esto una rosa? Una rosa, hermosa pero independiente. Hay que tener cuidado, porque hiere. Cuando hablaba con él y hacía algo, me dolía. Cuando me hablaba mal, dolía. Pero cuando no lo hacía, no había nada, solo mariposas y abejas yendo a por el polen de mi rosa. La rosa más bonita del mundo.
Cada vez que iba a su casa, le tenía más confianza a su madre. Él no mostraba preocupación por eso, es más, creo que le gustaba. Ya empezando a dudar sobre mis sentimientos, creía haber encontrado una llave para abrir alguna puerta. ¿Pero cual? Necesitaba saber qué puerta era.
Mi mente le tenía encadenado, pensaba en él día y noche. Me arrepentía de cosas que había dicho y me revolcaba sobre mi cama pensando él por qué de mis actos. No sabía expresar lo que sentía pero estando con él, a veces.. Lo tenía todo más claro que nunca.