XVII

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La alarma suena más fuerte de lo que me gustaría.

Me revuelvo en la cama y gruño en desesperación.

Alargo el brazo hasta la mesita que hay al lado de mi cama y, a tientas, apago el ruidoso despertador.

Me levanto frotándome los ojos con sorna y el sol mañanero me ciega.

Joder.

Me acerco a la ventana para cerrar las cortinas pero no puedo evitar quedarme mirando la casa de mi odioso vecino. O más bien me quedo mirando a mi odioso vecino.

Está en su habitación y no lleva camiseta. Por lo visto acaba de salir de la ducha ya que lleva una toalla alrededor de sus caderas.

Observo sus definidos abdominales, que lucen cremosos bajo el sol. Paseo mi vista por si tronco hasta llegar a la v marcada justo debajo de su abdomen.

Su piel es pálida y las venas bajo ella se marcan como si fueran raíces, raíces que recorren todo su cuerpo, como si estuvieran creciendo y se expandieran por su figura.

No puedo evitar recordar sus manos, tocando todas y cada una de las partes de mi anatomía. Su tacto en mi piel, acariciándola y embistiéndome con rudeza sobre esa maldita mesa.

Sacudo la cabeza y expulso esos recuerdos de mi mente, como siga así necesitaré una ducha de agua muy fría.

Cuando me quiero dar cuenta, Seth me mira pícaro.

Vale, me ha pillado.

Media sonrisa se dibuja en su semblante y no puedo evitar bufar.

Estúpido vampirito mimado.

La molestia que me aborda siempre que él está cerca hace acto de presencia y decido jugar yo también un poco con él.

Mi pijama se basa en una simple camiseta ancha, que me llega por las rodillas y unas bragas de lencería rojas.

Levanto lentamente la camiseta y siento la tela acariciando mi piel a medida que va ascendiendo. Poco a poco voy dejando al descubierto mi llamativa ropa interior y su mirada está centrada en eso.

La sonrisa en sus labios se va borrando al mismo tiempo que sigo elevando la camiseta, mostrando más carne de la que debería.

Dejo totalmente a la vista mis diminutas bragas con pequeñas transparencias y puedo notar su intensa mirada en esa zona.

Como si eso no fuera suficiente, sigo levantando la camiseta hasta que llega por debajo de mis pechos.
Cabe recalcar que mis tetas están totalmente libres, tan siquiera llevo sostén.

Dejo a la vista la parte de abajo de mis pechos y me siento poderosa, con el control.

Finalmente suelto la camiseta y la dejo caer fingiendo una expresión de pena, actuando como si me compadeciera de él, burlona.

Ahora soy yo la que sonríe socarrona y él que aprieta la mandíbula.

Cierro las cortinas y decido que ya es suficiente de tonterías, al final llegaré tarde.

Hoy, desgraciadamente, tengo que ir a clases.

Me pongo unas mayas negras, ceñidas a mis piernas y mi culo.
De parte de arriba escojo un suéter color crema muy calentito y finalmente unas botas beige.

Después de comerme unas tostadas, salgo por la puerta de casa dispuesta a ir al centro de estudios.

Steve me espera en la limusina y le saludo con la mano mientras me aproximo a él.

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