Capítulo 18: Sentimientos traicionados

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El grito de Seline no solo los hizo sobresaltar, también logro que todos en la casa pudiesen escucharla.

Un frío intenso comenzó a sentirse en la habitación, como si estuviesen expuestos al extremo frío de invierno en una montaña nevada. Ninguno logro articular palabra alguna ante la expresión enfadada de Seline, miraba con ojos fríos y duros la fotografía como si quisiera adentrarse a ella y eliminar a quienes fueron inmortalizados.

No se había percatado que la puerta de la habitación se abrió de forma violenta, dejando entrar a toda su familia y amigos.

— Seline, ¿qué sucede? —pregunto Kalte atrayendo al fin la atención de su hermana en cuanto toco su hombro.

— Esto sucede —con un gruñido lleno de ira le entrego a su hermano la fotografía.

Kalte seguía sin comprender que sucedía, la foto parecía no ser reciente, estaba algo descolorida por los años, pero al examinarla pudo entender por qué su hermana estaba tan enfada. Al igual que ella, su expresión se tornó furiosa en un instante.

En la foto se lograba ver unas quince personas, pero al frente de todas ellas se veían dos caras familiares.

Morgan y Liam estaban allí.

Ambos encabezaban la foto con una ancha sonrisa en sus rostros, pero lo que más le llamo la atención fue el hombre a la derecha de su sobrino, le estaba dando la mano como su estuviese sellando un trato importante.

— ¿Quién es? —quiso saber Kalte con cautela al ver a su hermana que miraba el techo enfurecida.

—Timothy... mi ex pareja —respondió de una forma que parecía estar escupiendo las palabras de su boca.

No estaba solo enfadada por haber sido traicionada en el pasado, también lo estaba consigo misma al recordar las palabras de su hermano del día anterior.

No iba a decirle en ese momento que tenía razón, que debió haber evitado lo más posible algún tipo de relación amorosa mientras estaba en la tierra, todo lo que había en su mente eran preguntas que necesitaban respuestas a toda costa.

Seline comenzó a caminar, la mezcla de vergüenza por su estúpida inocencia y molestia por la nueva jugada de su hijo la había dejado al borde la histeria. Salió de la habitación siendo perseguida por los demás que intentaban calmarla sin éxito.

Sus palabras no llegaban a sus oídos.

Saco las llaves de su automóvil del bolsillo derecho de su pantalón, comprendiendo a donde se dirigía. Finn se acercó corriendo y la abrazó por detrás, impidiéndole abrir la puerta del vehículo.

—¿Qué pretendes hacer?

— Ir por respuestas. —respondió mirando el interior del automóvil, con el ceño fruncido.

—No puedes ir así, tan molesta tienes que enfriar tu cabeza, hay que trazar un plan —los intentos de hacer reaccionar a su madre, no daban frutos.

—No me interesa —replico con terquedad— Lo único que quiero es verle la cara y partírsela en dos, quizás por cuantos años estuvo jugando conmigo, sin mencionar que esos dos estúpidos estuvieron aquí —su enfado solo aumentaba, se salió del abrazo con brusquedad y se giró hacia Finn que le devolvía la mirada con cautela.

— Esos dos estuvieron aquí —repitió — cerca de mí y yo jamás los vi —su tono de voz mostraba claramente desesperación. Fue un susurro peligroso y lo suficiente alto para que todos la escucharan, pero nadie más que Finn intento calmar a su madre.

— Está bien, entiendo a lo que quieres llegar, comprendo lo que pasa por tu mente, pero espera hasta mañana. Ve y visítalo en la cárcel, busca las respuestas que necesitas, pero por ahora tienes que enfriar tu mente.

— ¡De acuerdo! —accedió tras una larga espera. Luego de eso Finn no se esperaba, lo que sucedió después, Seline le apunto con el dedo y le miro fijamente — Pero tú vendrás conmigo — su única respuesta fue un firme sí con su cabeza.

Tuvieron que pasar horas para que Seline lograra tranquilizarse, Finn estuvo junto a ella en todo minuto, la obligo a cenar y luego la envió a la cama, tal cual niña pequeña. Era poco frecuente ver a Seline con un cúmulo de emociones negativas tan expuestas. El cansancio, enfado, angustia y la sed de sangre lograba que Finn se estremeciera.

Le resto importancia al miedo que sintió por momentos y se quedó a su lado toda la noche velando su sueño. Finn sabía que su madre sintió apoyo de ese tipo muy pocas veces.

Eran pasadas las seis de la mañana cuando Finn se levantó al sentir a su madre levantarse de la cama, su desplante parecía más calmada pese a su rostro serio. La vio dirigirse al bosque corriendo, el frío aire de la mañana de otoño le ayudaría a despejar su mente.

— ¿Dónde fue mamá? —cuestiono Félix a Finn con una mirada juiciosa.

La tranquilidad que sentía Finn no se esfumó, solo se limitó a alzar una ceja con total desagrado.

— Está en el bosque, entrenando —respondió con una sorpresiva sequedad que incluso hizo que Finn se sorprendiera.

— Creo que es buena idea que se ejercite un poco, solo no la abrumemos —las palabras de Petra tenían la intención de evitar algún conflicto entre sus hermanos y no se limitó a esconderlo. Félix solía decir muchas cosas sin pensar, a diferencia de Finn que era en extremo metódico.

— Petra tiene razón, ayer se llevó una pésima sorpresa, lo que menos deberíamos hacer es molestarla —le apoyo de Phyllis

—¿Por qué no desayunamos y esperamos que mamá regrese? —atajo Lyssa esperando que terminaran con la conversación.

— Está bien —accedió Félix tras unos segundos.

Una de las características que compartían los hermanos era la terquedad, aunque algunos más tercos que Seline, pero en ese momento todos compartían lo mismo, la impaciencia por conseguir respuestas inmediatas.

Una hora paso hasta que Seline se volvió a mostrar desde la ventana del gran living, con el rostro rojo por el frío pero con una expresión de calma.

La ducha, el cambio de ropa y el abundante desayuno que Lyssa le preparo la hicieron recordar de la cruda realidad en que se vería expuesta.

Poco antes de las ocho de la mañana salieron en dirección a Edimburgo, fue entonces cuando ambos comenzaron a sentirse impacientes, el malestar que antes tuvo Seline, ahora era compartido.

Ambos tenían una sensación de incomodidad y una extraña presión en el ambiente a medida que se acercaban a la prisión.

Ambos tenían un presentimiento.

Y uno muy malo.

El destino de SelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora