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Se dirigió a los vestuarios de la selección mexicana tratando de no formar en su rostro una expresión que dejara a la vista la ansiedad que le engullía; apretaba los labios temblorosos con tal de retener una sonrisa y mantenía su mirada lo más fija en el objetivo posible.
Por supuesto, no había manera de quitar los ojos de ese objetivo; Memo entraba cabizbajo a los vestuarios junto a sus compañeros, quienes compartían la vibra negativa. Mas algunos se daban palmadas y palabras de apoyo, tratando de subir los ánimos de sus amigos.
Los rulitos le caían desordenados sobre la frente, escapándose como prisioneros de la bandana que el mexicano usaba en un vano intento por controlarlos. Estaba claro que, al pasar por aquél mal trago de la derrota, el hombre no tenía mucha intención de peinarse con detalle.
Aunque a Lionel no podía importarle menos. Ochoa se veía hermoso con los salvajes rulitos enmarcándole el rostro y dándole unos aires feroces que sin mucho esfuerzo podían quitarle el aliento.
—Memo —lo llamó una vez estuvo cerca, ganándose que tanto el aludido como sus compañeros mexicanos se dieran la vuelta (aunque todos tomaron la iniciativa de continuar caminando para darles un poquitín de espacio al capitán y al arquero). Leo se sorprendió de haber dicho el nombre con tanta seguridad.
Pudo notar cómo varios del equipo mexicano levantaban las cejas, con más de una pregunta en sus rostros. Memo, por su parte, casi deja escapar una revoleada de ojos. ¿Qué se supone que quería el autor de uno de los goles que los dejó como los perdedores del encuentro? Suficiente tenía con los intentos del alfa por cortejarlo en medio del partido y la mala decisión de haberle seguido el juego.
Y si bien pudo percibir la tensión que los ataba en el aire, la verdad era que entre la derrota, el cortejo y el gol metido por Lionel, el humor de Memo estaba bastante agriado.
—Mira, mejor no digas nada —se adelantó a advertir Guillermo—. Fue un buen juego y ganaron limpiamente, es cosa mía haberte seguido el rollo con tu... disque interés en mi.
La sonrisa de Messi se desvaneció en un instante, sin intentar ocultar su incomprensión ante las palabras de Memo. Quiso hablar sobre eso, pero las palabras no le salían. «La concha de la lora, ¿cómo no iba a pensar que te burlabas de él cuando le metiste un gol desde casi la mitad del campo y le guiñaste un ojo como un creído de mierda? Tarado».
No supo qué decir, cómo arreglarlo, explicarle que esa no había sido su intención y que lo sentía, que era un idiota petulante, que... Pero entonces se dio cuenta y la confianza le regresó antes de que Memo se volteara otra vez—. Eh, ¿entonces te desconsuela haber creído que mi interés por vos no fue real?
Memo apartó la mirada y se mordió los labios intentando ocultar su vergüenza. No le gustaba sentirse como un libro abierto ante un alfa que parecía nadar en agua cristalina dentro de él buscando sus puntos débiles, hallándolos sin esfuerzo y usándolos en su contra.
—No me importa —mintió, regresando su atención a empacar sus cosas solo para no tener que mostrarle a Leo lo que sus palabras causaban en él. Pero parecía que Leo tenía otros planes.
—Porque no es así, Guillermo —comenzó—. Sí me interesás. Sinceramente —declaró fuerte y claro, con todo el equipo mexicano en silencio haciéndose los que no escuchaban, pero mirando discretamente hacia su dirección.
—No digas mamadas —le respondió Memo, hablando bajito a diferencia de Leo—. Ahorita no–
—Si no me creés —interrumpió—, date la vuelta, mirame a los ojos y te lo repito.
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Al octavo mes.
FanfictionOmegaverse. Messi x Ochoa. Dos almas gemelas que se reencuentran diez años después de conocerse y ahora ambos mejor establecidos en la vida, experimentados y en la madurez de la adultez, deciden intentar estar juntos. Aunque circunstancias ajenas a...