Trece.

470 71 16
                                    

🥅

No se necesitó la orden del Tata para reponer las horas de entrenamiento que se había saltado ayer. Gallardo y Talavera se le unieron para entrenar en el campo cuando mencionó que ese día no acompañaría a la selección. Miembros del equipo técnico acompañaron y mantuvieron el campo funcionando para agilizar el entrenamiento, andando de aquí para allá con guantes, balones, conos y dando una mano al lanzar las pelotas para que Gallardo las remate y Memo las ataje. Talavera se dedicó a tomarle el tiempo y cambiarle el tipo de atajada, entrenando para cualquier momento de un partido.

La poca gente que se encontraba en el campo se giró a enfocarse en sus propios asuntos luego de que les dejaron todo preparado a los tres jugadores, entonces el ambiente en la cancha se llevaba pacífico. Una que otra risa, consejos de acondicionamiento y correcciones de técnica no hacían de la cancha más que un entrenamiento incluso aburrido para ver.

—Qué gusto que hayan venido a estirar un poco —se acercó una cuarta persona, haciendo detener a los tres jugadores para recibirlo en saludos casuales después de que dijera—: Justo pude traer a un arquero excepcional para que entrene con ustedes, pero en especial con vos, Guillermo. Me interesa que lo conozcás.

—Qué onda, Tata, ¿cómo estás? —saludó Memo agitado, secándose el sudor de la frente con la manga de su brazo.

—Ah caray, ¿un arquero? —preguntó Talavera—. ¿Apoco vinieron los argentinos otra vez? —sonrió echándole una mirada a Ochoa, que no pudo reprimir también una sonrisa ante el recuerdo de su alfa—. Que bueno, hay que preguntarle al Dibu de esos jueguitos mentales bien hijos de puta que les hace a la gente para que no le metan los penales.

El Tata negó con la cabeza, intentando sin mucho éxito reprimir una mueca de fastidio—. No, no son los argentinos. Y váyanse haciendo a la idea de que no van a volver a venir aquí —declaró notando la confusión en los tres jugadores delante de él, pero sin darles tiempo de preguntar nada—. Es el titular de Países Bajos. Memo, acompañame a recibirlo, por favor.

Entre intentando recordar cómo se llamaba, averiguar por qué Martino lo habría traído a entrenar, por qué el otro habría aceptado venir y empujando con fuerza los recuerdos de aquel amargo partido en que México no pasó a cuartos de final por el mítico penal que no era penal que Memo no pudo detener... Memo no ocultó su confusión a sus compañeros, alzando sus hombros y recolectándose para alcanzar a Martino, que ya se había volteado para caminar a recibir al invitado.

—¿Y eso que viene a entrenar un holandés? —preguntó Memo caminando a la par del DT, siguiéndolo a donde él caminaba, dándose cuenta después de poco que no estaban yendo hacia la entrada. Memo pensó que eso significaría que el holandés ya había llegado, pero no le dio más importancia al hecho de que llegó y no se dirigió directamente a donde, se supone, iban a entrenar.

Antes de caminar por el área de comedores privados, el Tata se metió casualmente al baño y, como le estaba hablando, Ochoa lo siguió—. Se dio la oportunidad. Nos contactamos entre directores técnicos por el asunto de que ellos van a jugar contra Argentina si llegan a cuartos de final y como ustedes ya los enfrentaron... —explicó en lo que se lavaba las manos—. Vení, echate un poco de agua y sacate el sudor —mencionó y Ochoa hizo caso sin rechistar.

—Pero nosotros nos vamos a mover a octavos y a lo mejor los desplazamos —habló mientras se refrescaba el rostro—. Aparte es muy temprano para saber si van a pasar a cuartos, además...

—Sí, sí, Guille, pero suponiendo —interrumpió tendiéndole una toalla limpia para que se secara el rostro y le dejó una muda de ropa en el lavabo a su lado—. Ya sabés cómo se anticipan los europeos —resopló fingiendo no saber el por qué de las decisiones técnicas del equipo europeo, cediendo ante sus caprichos.

Al octavo mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora