CAPÍTULO 2 EL PRIMER VERANO

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Comencé a seguir la dieta que yo misma me había impuesto de forma muy estricta; Además todos los días salía a andar dos horas y estaba feliz porque los números de la báscula empezaban a bajar a buen ritmo. Me pesaba todas las mañanas, para mi era una buena forma de empezar el día, me motivaba ver como bajaba 500 gramos de un día para otro.

La única pega es que rechazaba todos los planes para salir a comer, cenar o merendar con mis amigas y poco a poco me fui distanciando de ellas. No lo hacía a propósito, pero me daba demasiado miedo saltarme mi dieta y que todo mi esfuerzo se fuese por la borda. En un mes ya había bajado 15 kilos más, estaba alrededor de los 65 kilos. Nunca en mi vida había pensado que yo podría llegar a pesar eso, estaba muy feliz.

Empecé a ir todas las semanas de compras, me encantaba poder gastar una talla mediana y toda la ropa me sentaba genial. Toda mi infancia y parte de la adolescencia había tenido problemas para comprarme ropa ya que no hacían tallas más grandes que la XL de la ropa "juvenil" que a mi me gustaba así que estaba viviendo un sueño. Pero obviamente quería más, cuando empecé a estancarme alrededor de los 62 kilos, empecé a saltarme la cena también, por lo tanto solo hacía una comida al día, para el mes de agosto ya pesaba 55 kilos y llevaba la talla pequeña. Podía ir a la playa cosa que odiaba durante mi adolescencia ya que odiaba mi cuerpo, pero ahora no me importaba llevar bikini y me gustaba pasar horas y horas tomando el sol, es más al pasar el día en la playa nadie podía controlar si comía o no y eso me gustaba.

Por parte de mis familiares, amigos y redes sociales no paraba de recibir comentarios sobre lo guapísima que estaba, se alegraban de que hubiera adelgazado y me decían que estaba estupenda. Esto me hacía inmensamente feliz, hacía que me sintiera poderosa, me miraba al espejo y no podía hacer otra cosa que sonreír. Me veía estupenda, todo el esfuerzo, las noches sin dormir por los rugidos de la tripa sin comida, todas las horas haciendo cardio a pesar de sentirme mareada habían valido la pena o al menos eso era lo que pensaba yo.

Empezó septiembre y con ello vino mi cumpleaños y el inicio de curso, el día de mi cumpleaños fue complicado porque no quería salirme de la dieta, casi lo conseguí pero mi madre me obligó a comer un pedacito muy pequeño de pastel. Después de discutir por 20 minutos accedí y me fuí corriendo a andar y "eliminarlo de mi organismo".

El 14 de septiembre empezaron las clases, al entrar al aula todos mis compañeros se quedaron con la boca abierta. Algunos no me reconocían y otros me daban la enhorabuena.

Yo me senté en mi silla e intenté pasar desapercibida pero la gente ya no me miraba de la misma manera. Ahora se acercaban a hablar conmigo, me preguntaban por mi verano, y como había hecho para perder tanto peso. Elogiaban mi ropa, mi pelo y se querían sentar conmigo, era una sensación rara para mi, pero lo prefería a que me marginaran.

Me junté con cuatro chicas con las que ya había intercambiado algunas conversaciones el año anterior, parecían majas y me integraron en su grupo de amigas. Hacíamos trabajos juntas, pasábamos las horas del patio juntas, comentamos las clases... Todo parecía ir bien, pero pronto me di cuenta de que apenas tenía fuerza para aguantar las 8 horas de clase diarias, llegar a casa, hacer los trabajos, deberes, estudiar. Era el último año de instituto, lo cual requería un gran esfuerzo y concentración, concentración de la cual yo no disponía, era como si se hubiese esfumado. Al principio no le di mucha importancia, era normal tener pereza de ponerse en serio con los estudios después de tres meses de vacaciones de verano.

HISTORIA DE UN TCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora