Intenté ocultar mi recaída lo máximo posible pero cada vez la gente de mi alrededor estaba más encima mia y los médicos me mandaban una analítica tras otra. Tras varias discusiones con la que en ese momento era mi pareja decidí que lo mejor era dejarlo, ya que yo le estaba haciendo demasiado daño negándome a intentar recuperarme. Tras la ruptura cada uno se fue por su camino, y yo volví a la casa de mi madre. Era consciente de que en esos momentos no podía vivir sola y tampoco quería hacerlo. Me invadía la tristeza, dejar a mi pareja había sido una de las decisiones más difíciles de mi vida, pero sabía que era lo correcto. Fueron unos meses horribles, por supuesto los atracones volvieron, era lo único que me hacía no pensar y apaciguaba mi tristeza. Conseguí sacarme el curso de Formación Profesional en Laboratorio Clínico a pesar de que apenas iba a clase. Odiaba verme en el espejo, me veía gordísima y me avergonzaba ir a clase. Sentía que estaba atrapada en un bucle que no tenía fin, llevaba años adelgazando bruscamente dejando de comer y restringiendo la mayoría de los alimentos, y recuperando todo el peso a base de atracones (principalmente de alimentos ricos en hidratos de carbono).
Volví al psiquiatra y al psicólogo, empecé de nuevo con medicación y dosis más altas. Por mi vida fueron pasando varias personas las cuales no conseguía retener ya que no era capaz de socializar con amigos, la ansiedad que me causaba mi TCA era más fuerte que yo. No ser capaz de mantener relaciones sociales con normalidad me frustraba, mi cabeza imaginaba continuamente a las personas de mi alrededor juzgándome por mi físico. Por mucho que intentaba hacerme a la idea de que el físico no me define, que no lo es todo, me resultaba imposible porque si que era algo muy importante para mi.
Tras un par de años en terapia, mucho esfuerzo, aprender a identificar los desencadenantes de los atracones y obligarme a hacer todas las comidas del día conseguí mejorar poco a poco. Lo que más me costaba era no saltarme comidas cuando el día anterior me había dado un atracón o cuando llevaba mucho tiempo sin hacer nada de deporte. Tenía constantemente pensamientos intrusivos y bajones de ánimo. Una de las cosas que más me impulsaba en mi caso a darme atracones era el hecho de estar en casa sin tener nada que hacer, darme esos atracones hacía que se me pasaran antes las horas. Así que al principio intentaba mantenerme ocupada a toda costa: iba a la biblioteca, al centro de compras, al cine con amigos o sola, salía a andar con los cascos etc. Estar en casa era un gran desencadenante pero no me podía permitir estar siempre fuera, tenía que aprender a estar sola en casa y que eso no conllevara darme un atracón. Necesitaba aprender a estar sola, estar conmigo misma y disfrutar ese momento. Aceptar la soledad es algo que aún a día de hoy me cuesta un poco pero eso es una historia para otro momento. Otra de las cosas que me ayudaba a reducir la frecuencia de esos atracones era ser plenamente consciente de lo mal que me sentaban, no por el físico, si no a mi salud, el dolor de tripa y de todo cuerpo en general , los lloros y los días sin salir por el sentimiento de culpa.
También tuve que aceptar que el resto de mi vida iba a ser una lucha constante contra mi cabeza. Esos pensamientos nunca iban a desaparecer completamente, cada vez que dejaba que ganaran la batalla solo estaba prolongando mi dolor y mi sufrimiento. No plantarle cara a mi enfermedad significaba vivir siempre con ella.
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HISTORIA DE UN TCA
NouvellesEstos son los inicios de mi TCA, como descubrí que tenía uno y un largo y duro viaje por mi adolescencia y adultez intentado escapar de mi enfermedad. Espero que si te sientes indentificado/a, te ayude a saber que no estás solo. Hay más personas que...