Capítulo 3: Demostraciones

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Solo quería salir de allí a toda costa, no podía soportarlo más. Sentía unas inmensas ganas de lanzarme hacia el cuello de Luccio y ahorcarlo con mis propias manos, quería ver su vida desvanecerse poco a poco en mis manos. Por ello, para no cometer una locura y también para que simplemente no me vieran llorar decidí irme.

Apenas salí del restaurant me quite los zapatos y comencé a correr en dirección a mi casa. Estaba consiente que corriendo jamás llegaría, pero deseaba correr y pensar que con solo alejarme podía escarpar de esto, liberarme o hacer que no exista. Pero eso no sucedería, debo afrontar esto, tengo que ser fuerte, debo hacerlo, tengo que, me repetía en mi mente - pero no quiero -

Necesito entrenar o algo, venir caminando/corriendo 3 kilómetros sin parar no son muy recomendables, pero no los sentí demasiado, ya que más de la mitad del recorrido vine perdida en mis pensamientos. -Solo 3 cuadras más Mía y llegarás a tu ''dulce hogar''- me repetía a mí misma.

Ya en mi casa fui directo a mi habitación, me despoje de mi ropa, llene la tina, puse algo de música, le mande el maldito mensaje a mi padre. Después de ello solo quedaba bañarme y ''disfrutar'' de unos 15 minutos, donde dejaría salir toda mi odiosa fragilidad.

Mire la hora del celular 23:45, tiempo de secar las lágrimas porque "llorar no soluciona nada, pero de vez en cuando es necesario para desahogarse, es como una terapia, si no lo haces y lo reprimes cuando realmente lo necesitas, luego lloraras por lo más mínimo'' solía decirme Gina cuando me veía llorar, "A sacudirse el polvo, mañana es un nuevo día y puedes volver a intentarlo". Recordar sus consejos cuando estoy mal, me alivian y reconfortan.

Decidí seguir los sabios consejos de Gina. Salí de la tina, me puse mi pijama e intente dormir. Mañana sería un largo y duro día, en donde tendría que explicar muchas cosas, sobre todo a mis amigas.

* * *

Me despierto con la alarma del celular, ruedo en la cama para llegar a la mesita de luz, estiro la mano para alcanzarlo, miro la hora 6:00 de la mañana en punto, lo único que se me cruza por la cabeza es que tengo sueño y el día está especial para quedarse a dormir hasta tarde, cierro mis ojos logrando dormirme de nuevo, pero a los 20 minutos mi padre irrumpió en mi cuarto para despertarme y recordarme que debo cumplir con mi única obligación, que por el momento era estudiar.

Con toda la pereza que podía albergar una persona me levante a regañadientes, fui al baño, cepille mis dientes, me puse el uniforme, trate de arreglar mi cabello como pude atándolo en una cola de caballo, tome una manzana como desayuno para no demorarme más de lo que ya estaba, tome mi celular, los auriculares y así ya lista me dirigí al colegio.

Días como hoy quisiera que me tragara la tierra. Apenas entre a mi salón, todos me miraban con expectación a que diera alguna explicación sobre mi inesperado y sorpresivo casamiento. No les di importancia a sus acosadoras miradas, solo me dirigí a tomar asiento cerca de mis amigas.

- Tienes que explicarnos muchas cosas, Mía- me anuncio Denisse.

- Sí, lo haré, disculpen tenía que...- no pude terminar ya que la zorra de Amber Freeman me interrumpió.

- Miren quién llego, la santurrona de Mía Collingwood, ¿ Cuánta prisa no chicas? ¿Por qué será?- preguntaba, mientras se acariciaba la pansa, aludiendo que me casaba por embarazo.

-Oh, pero cierra la boca, Freeman, tu eres muy buena haciendo caridad con los chicos más necesitados de este colegio pero ¿Quién de todos ellos te quiere? Ah cierto nadie, todos te usan para eso - salió Cloé a mi defensa mientras todos vitoreaban en un "uhh'' a unísono.

Psicótico AfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora