Capitulo 10

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Capitulo 10

—Buenas tardes—saludó ingresando al gimnasio Viktor, no obtuvo respuesta de nadie, Harry no estaba en su habitual lugar en el mostrador y aunque habían algunas personas ejercitándose en el espacio de maquinas tampoco estaba el dueño del lugar o su empleado por allí. Escuchó música y risas que provenían más allá del fondo del pasillo, pero no fue hacia ese sonido.

Saludo a dos hombres que conocía, a uno de ellos le había prestado dinero y al otro solo lo conocía de otro gimnasio en el que siempre interactuaban o competían cuando se encontraban. Camino hacia las maquinas para ejercitar sus brazos, no era lo que acostumbraba a hacer, normalmente caminaría unos minutos antes que cualquier otra cosa, pero no había venido realmente a ejercitarse, tenía poco más de una hora antes de tener que encontrarse con sus empleados para ir a cobrar a varios clientes que no eran del todo agradable, pero la suma era grande. Disimular ejercitándose los brazos, era lo más conveniente en su misión de ese día, no sudaría y en cualquier momento podría ponerse de pie y cumplirla. Sobre la ropa deportiva llevaba un abrigo de igual estilo y en uno de los bolsillos guardaba un chocolate, era imposible de olvidar para él que ese había sido el favorito de Natalie y esperaba que ahora lo sea también de Neville, porque había sido un idiota con el chico el ultimo día que lo vio.

Después de haberlo pensado, entendió que no podía arreglar la situación con ella sino aceptaba que ahora era él, Neville. Natalie no existía y tenía que dejar ir ese recuerdo, la ilusión de aquella mujer, era una herida a sanar. Acostumbrar a su lengua al nuevo nombre, quizás era lo que más tardaría, porque podía ver claramente a la mujer que amo en ese hombre. Quería intentar, con el chocolate, hacer una ofrenda de paz para que él deje su enojo atrás y puedan comenzar un camino amigable y sin tantos baches a cada cruce. No era algo fácil, pero esperaba que fuera cuestión de ser valiente y elegir bien las palabras.

Comenzó a pensar el cambiar de máquina, los minutos trascurrieron y el chico no aparecía por el gimnasio, estaba por desistir y dirigirse a la caminadora, al menos allí podría entrenarse conversando con alguien, pero la risa de Neville llego a sus oídos y fue automáticamente fuerza para continuar en esa maquina, miedo y nervios lo recorrían, ocultándose detrás de la mentira de querer llegar a cien. No recordaba la última vez que había tenido ese miedo, ese nivel de temor. Sentía que dar ese chocolate y mantener una conversación con él chico, reconociéndolo como tal, era lo más difícil que hubiera intentado hacer hasta el momento, salir del sitio de dolor—resentimiento—odio—traición en el que se encontraban ambos desde hace tiempo era complicado, más no imposible.

Sabía que la solución estaba allí, como para muchos problemas que se le presentaron en la vida y de alguna manera encontró como resolverlo, pero no la hallaba y la frustración comenzaba a crecer a medida que los fracasos se acumulaban. Entre dichos fracasos, se encontraba el que intentaba resolver, no había sido su intención mostrarse de aquella manera a la cual no tenía derecho, los celos no eran aceptable viniendo de él.

Tomando aire dejo la maquina, metió la mano en su bolsillo, cerro la palma alrededor del chocolate y busco a su objetivo alrededor, lo encontró en la recepción hablando animadamente con el profesor de baile. Lo observó carcajearse sin disimulo, sin una mano cubriendo su boca como solía hacerlo cuando eran novios y se esforzaba por ser femenina.

Recordó la primera vez que vio a Natalie, caminando por el gimnasio donde se conocieron, sonriendo y, al menos en el recuerdo de su mente, el cabello largo se había agitado y parecía iluminar el espacio del recuerdo. Asistiendo con más regularidad al gimnasio, sin coincidir con la chica después de esa observación. Finalmente, dio con ella en la recepción una mañana, llevaba un puchero en sus labios y se había esforzado por dar un forzoso saludo cuando él ingreso.

Lady DDonde viven las historias. Descúbrelo ahora