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Llamada entrante: Valen.

—¿Qué pasa, Valen? Son las dos de la mañana —preguntó Emiliano, despertando de golpe al escuchar el tono roto en la voz de ella.

—Matías me acaba de llamar. Terminó conmigo, otra vez —Valentina se rompió en llanto, su voz apenas un susurro entre sollozos. Emiliano sintió cómo el sueño se desvanecía al instante, reemplazado por una preocupación profunda. —No puedo creerlo —siguió, tomando una profunda respiración para intentar calmarse. —Me arruinó la alegría el hijo de puta. Parece que lo tuvo bien pensado. Seguro mañana me tome un avión y vuelvo a Buenos Aires.

—¿Estás loca? ¿Cómo vas a volver ahora? Y más en el momento que estamos todos acá —empezó a caminar nervioso por la habitación, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa e incomodidad.

—Pero tal vez podríamos arreglar las cosas, hablar mejor —sugirió Valentina, su voz temblando de desesperanza. —Siempre lo hacemos así.

—Valentina, me estás haciendo enojar —dijo él, levantándose de la cama con rapidez. Se puso el jogging de entrenamiento y se acercó a la puerta, decidido a ayudarla. —Veni a mi habitación. Por lo menos así puedo acompañarte mientras lloras.

—No quiero joderte, de verdad. Es muy tarde y ya es suficiente con que me atendiste la llamada —dijo ella, aunque su tono mostraba que estaba cansada y herida.

—¿Me estas jodiendo? Vení, tarada. Sabes que no me molestas —insistió Emiliano, su voz llena de calidez y urgencia. —No me importa la hora. Lo importante es que estés bien.

—Está bien. En un rato estoy ahí —dijo Valentina, con un suspiro derrotado. 

Cortó la llamada y, con la bronca acumulada, se limpió las lágrimas que aún adornaban sus mejillas. Le costaba aceptar que el hombre que le había prometido tanto había terminado con ella sin más.

—Dios, qué pendejo del orto —murmuró, mientras se ponía la camiseta de su hermano sobre el corpiño deportivo que llevaba puesto. La traición de Matías le pesaba como una losa en el corazón.

Mientras recorría el pasillo hacia el ascensor, sus lágrimas continuaban fluyendo. Se imaginaba que si sus amigas estuvieran allí, probablemente le dirían que se estaba comportando como María Magdalena. En su mente resonaban todas las canciones de desamor que conocía, como si las palabras de su ex fueran un eco torturador.

Llegó a la puerta de la habitación de Emiliano con el ánimo bajo. Golpeó tres veces, y él apareció rápidamente al reconocer el toque.

—Pasa, pibita —dijo él con un tono comprensivo y acogedor, abriendo la puerta con una sonrisa de aliento.

No pudo decirle ni una sola palabra. Apenas cruzó la puerta, Valentina se lanzó hacia Emiliano, abrazándolo con desesperación. Emiliano no dudó ni un segundo en envolverla con sus brazos, su mano moviéndose suavemente por su cabello para reconfortarla. 

Se quedaron así durante un largo rato, el silencio entre ellos lleno de comprensión y apoyo mutuo. Finalmente, se sentaron uno al lado del otro en la cama, Emiliano sosteniéndola con ternura.

—Contame, ¿qué pasó? —la animó él, intentando suavizar el dolor que ella sentía y esperando que lograra relajarse un poco.

Valentina, con los ojos aún rojos y lágrimas frescas en las mejillas, comenzó a relatar con voz quebrada.

—Me llamó hace una hora, más o menos. Empezó con un sermón sobre nuestra relación y, al final, me tiró la bomba. Dijo que ya no se sentía igual conmigo, que necesitábamos tomarnos un tiempo y rehacer nuestro futuro por separado —tomó el pañuelo descartable que Emiliano le ofreció y se limpió la nariz con un gesto automático—. No puedo creerlo todavía.

loved you first - dibu martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora