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Valentina se encontraba en una batalla silenciosa con sus pensamientos. A pesar de tener a Emiliano a su lado, con su respiración calmada y su brazo rodeando su cintura, el insomnio parecía haberle ganado la partida. Miraba el techo, sus ojos fijos en las sombras que danzaban a la luz tenue de la lámpara de la mesita de noche, y sentía cómo la frustración aumentaba con cada minuto que pasaba.

Finalmente, decidió que necesitaba un cambio de escenario para intentar calmar su mente. Con movimientos cuidadosos para no despertar al arquero, se liberó del brazo que la abrazaba y se levantó de la cama. En el silencio de la habitación, se puso la camiseta y su short, y se escabulló hacia el pasillo como una sombra furtiva.

—Epa, epa, epa. ¿Qué hacemo'? —La voz repentina la hizo detenerse en seco. Valentina se quedó paralizada, evitando dar la cara. Pensó que si permanecía inmóvil, nadie la notaría—. Dale, Valentina, ya que sos vos. Bastante boluda sos. Usas la casaca de tu hermano y salís de la habitación del Dibu.

—Cerra el orto, Kun —murmuró, girándose finalmente para enfrentar al amigo que la había sorprendido. Le sonrió con una falsa inocencia—. ¿Qué hacés despierto a esta hora? No es normal en vos.

—Lo mismo te pregunto, enana —respondió él, cruzándose de brazos y arqueando una ceja en su típica expresión inquisitiva—. ¿Estaban haciendo karaoke? Digo, por los gritos que salían de ahí.

—La puta madre —exclamó Valentina, mirando al techo con frustración. Sabía que el pequeño espectáculo de anoche no había sido privado y que, inevitablemente, alguien lo había escuchado.

—¿Tan rápido hiciste cornudo a Matías? Igual, pido perdón, eh, pero se lo merecía. Siempre fue un imbécil contigo, y ahora, por lo menos, te metiste con alguien mejor que él.

—Nada que ver, gato, nada que ver —replicó ella, girándose para enfrentarlo de nuevo. Esta vez, no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a fluir nuevamente. El cambio en la expresión de Sergio fue inmediato; su tono humorístico se desvaneció, reemplazado por una preocupación genuina—. Matías me llamó hace un rato para decirme que terminábamos. Al toque llamé a Emi, hablamos, y me dijo que viniera, y bueno...

—Ay, flaquita, perdóname, no sabía nada —dijo Sergio, acercándose a ella con empatía. La abrazó con fuerza, brindándole un consuelo que parecía el único alivio verdadero en ese momento. Aunque el consuelo de Emiliano le había permitido olvidar brevemente su dolor, la realidad de su situación ahora la golpeaba con más intensidad.— Son casi las 6. ¿Querés que vayamos a desayunar? —le ofreció, buscando darle un pequeño escape.

—Sí, me gustaría. Por lo menos voy a llorar mientras como algo —respondió Valentina, dejando que la tristeza se mezclara con el cansancio mientras aceptaba la invitación.

Sergio la abrazó de nuevo y la condujo hacia el ascensor. Mientras descendían en el ascensor hacia el buffet, él continuaba sosteniéndola con su brazo, proporcionando un apoyo constante. Este gesto silencioso era su forma de estar allí para ella, evitando palabras que pudieran empeorar la situación y simplemente brindándole la compañía y el consuelo que necesitaba en ese momento difícil.

Cuando llegaron al buffet, Sergio ya había hecho el pedido. Dos cafés con leche y unas medialunas de grasa, las favoritas de Valentina, especialmente cuando se encontraba triste. La atención al detalle era un reflejo de cuánto le importaba ella.

—No podes decir nada, ¿ok? Si se entera mi hermano lo mata, y después me mata a mí —le advirtió Valentina, con una mirada que mezclaba desesperación y preocupación.

—Te prometo que no digo nada —dijo Sergio, haciendo el gesto de cerrar la boca con un dedo sobre los labios. Valentina asintió, aliviada—. Para todo esto, ¿cómo te sentís?

loved you first - dibu martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora