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El cielo comenzaba a teñirse de tonos rosados y naranjas, señalando el inicio de un nuevo día. Valentina seguía en la habitación con sus amigos, pero el ambiente había cambiado. El bullicio de la noche anterior había dado paso a una calma que invitaba a la reflexión. Ella, ahora más lúcida después de que los efectos del porro se disiparan, compartía el momento en el balcón. El set de mate descansaba junto a ellos, y los primeros verdes del día eran testigos silenciosos de sus confesiones y risas.

—Siempre pensé que Mati era el indicado —confesó Valentina, su voz teñida de un cansancio emocional evidente—. Pero tendría que haberme dado cuenta de que no era así cuando me dejó por tercera vez. Volvía, me buscaba, y yo como una idiota caía de nuevo en sus brazos.

Su mirada se perdió en el horizonte, donde el sol comenzaba a asomarse tímidamente. Julián, sentado a su lado, la observó con empatía, esa mirada que solo un amigo de verdad puede ofrecer. 

—Con más razón, Valu —dijo Juli, tratando de imprimir fuerza en sus palabras—. No podés permitir que te haga lo mismo de nuevo.

Valen alzó la vista y encontró los ojos de Juli. Su ternura la hizo sonreír por un instante, antes de que él continuara:

—Y eso que no escuchaste lo que dijeron Cuti y Rodri. Estaban listos para ir a romperle las piernas sin pensarlo dos veces.

La pelinegra dejó escapar una risa. Era reconfortante saber que sus amigos estaban tan dispuestos a defenderla, aunque la situación en sí misma fuera un caos.

—Yo me sumaría con ellos, te lo juro —añadió, ahora con una seriedad que no dejaba espacio a dudas—. Pero estoy segura de que mi hermano ya le mandó un lindo mensajito al tarado.

Leandro levantó una ceja, divertido, y asintió:

—Ah, sí. Después lo reenvío al grupo. Estaba re orgulloso de sus palabras.

—Mostrame, Lean, por favor —pidió ella, estirando la mano hacia Leandro, quien estaba sentado al otro lado del balcón.

Lean apenas había comenzado a buscar el mensaje cuando el celular de Valentina vibró en su regazo. El nombre de su hermano apareció en la pantalla, y de repente, el frío de la mañana pareció instalarse en su pecho.

—Nico, ¿qué pasó? —preguntó, intentando mantener la calma.

—Vení a tu habitación ya, tenemos que hablar —respondió su hermano con un tono que le puso la piel de gallina.

—¿Pero pasó algo malo? —insistió, su voz temblando apenas.

—Ya vamos a medir el grado de "malo". Dale, apurate.

La llamada terminó tan rápido como había comenzado, dejándola con una sensación de inquietud que le robó el color del rostro. Tres pares de ojos la observaban, compartiendo su preocupación.

—Uy, creo que se le pudrió el rancho a Valen —bromeó Lean, intentando aliviar la tensión.

—Olvidate, mirá cómo se puso —Julián le pasó un mate que él mismo había cebado, en un intento de reconfortarla—. Tomá, recargá energías antes de la cagada a pedos. Y después contanos el chisme, ¿sí?  

Valentina asintió, agradecida por el gesto, pero su mente ya estaba en otra parte. Dio un sorbo al mate, tratando de encontrar algo de consuelo en el calor que le brindaba, pero sabía que lo que le esperaba en la habitación no iba a ser fácil.

Se levantó con lentitud, como si quisiera retrasar lo inevitable, y con una última mirada a sus amigos, se dirigió hacia la puerta. Su corazón latía con fuerza, y cada paso hacia su habitación parecía resonar con más intensidad en su mente. Esperaba que la conversación con Nico no fuera sencilla, y aunque intentaba prepararse para lo peor, una parte de ella deseaba que, de alguna manera, todo pudiera solucionarse con una simple charla. Pero en el fondo, sabía que no sería tan simple.

loved you first - dibu martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora