Capítulo 4. El chico de la biblioteca. Parte 2..

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—¡Damián!

 Él volteo y se sorprendió de lo  atractiva que lucía ella con un vestido negro sin mangas que le quedaba encima de las rodillas, sin duda era un pecado traer aquel vestido. Regina pensó que él Damián al que estaba mirando en ese momento no era a quien ella miraba en la biblioteca ya que esa noche lucia muy cambiado, para empezar no traía lentes, su camiseta era de marca pero no era eso lo que más le había llamado la atención si no que como se le pegaba al cuerpo ella notaba sus marcados músculos. Por un instante Regina quiso tocarlo pero se contuvo, ya más tarde habría tiempo para eso.

—Hola Regina. La saludo Damián y le dio un beso en cada mejilla.

—Hola ¿Qué te parece si entramos?

 Regina llevaba varias​ bolsas de mandado en las manos y él le ayudo a subirlas a su departamento.

—Gracias por ayudarme con las cosas, pero pasa.
—¿Dónde dejo las cosas?
—Por acá. Dijo guiándolo a la cocina.
—Sueles cargar cosas tan pesadas.
—La verdad sí, no hay nadie que me ayude como podrás ver.
—Esto es increíble Dijo Damián viendo el departamento de Regina
—Pareces una joven...
—Una joven...
—Muy ordenada.
—Si me gusta serlo.
—Además tienes buen gusto.
—¿Porque lo dices?
—Porque la decoración, los muebles y los colores del departamento combinan a la perfección y también he visto la botella de vino que tienes en la bolsa del mandado se que es de muy buena cosecha y siendo sincero es uno de mis favoritos.
—¿De verdad?
—Sí.
—Lástima que sea muy difícil de conseguir.
—Sí, eso es porque es delicioso y en las tiendas se agota rápidamente.
—Le pediré a mis padres que produzcan más de este vino.
—¿Qué cosa? ¿De qué hablas?
—Mi familia es dueña de una de las empresas más importantes en la elaboración de vinos.
—Eso es increíble.

Y lo que también era increíble era la manera en la que se estaban empezando a llevar. Regina no entendía por qué un chico así de guapo se tuviera que esconder detrás de unas horribles gafas, camisetas de cuadros y pantalones que le quedaban grandes y porque ahora se mostraba diferente, seria porque ella le había pedido disculpas y lo había invitado a su casa a cenar no lo entendía pero eso no importaba mucho porque ella aún estaba segura de que llevaría a cabo su plan. Minutos después Regina comenzó a preparar la cena.

Después de cenar fueron a la sala con una copa de vino cada uno.

—Y que me cuentas. Dijo Regina.
—¿Sobre qué?
—Por ejemplo que haces cuando no estás en la biblioteca.
—Salgo con mis "supuestos amigos".
—Porque con tus "supuestos amigos".
—Porque solo están conmigo por interés.
—No entiendo.
—Que es lo que no entiendes Regina ¡soy rico! Dijo de una manera que sonó grosero.
—Perdón no era mi intención hacerte enojar.
—No perdóname tu a mí no debí hablarte de esa manera pero es que estoy harto de que solo se acerquen a mi o para cumplir con un tonto acuerdo de querer acostarse conmigo o para ver cuánto me pueden sacar de dinero.
—Ha de ser horrible porque nunca sabes cuando son honestos contigo.

Regina sintió un poco de culpa pero inmediatamente la borro de su mente al recordar lo que Rachel le daría si cumplía la apuesta.
—Lo que tú y yo necesitamos es amor, solamente eso.
—Como si fuera tan fácil. Permítete voy a la tienda a comprar una bolsa de amor. Dijo Damián levantándose del sillón en donde estaba.
—¿Qué haces? Siéntete estás ebrio, lo mejor será que llame a un taxi.
—¿Por qué no me llevas tú?
—Claro que no si yo también estoy ebria.
—Entonces ¿me puedo quedar aquí?
—Si no te dicen nada en tu casa puedes quedarte ¿quieres ir dormir ya?
—No, aun no.
—Entonces.
—Qué tal si jugamos semana inglesa.
—Por favor eso es...
—Increíble, que bueno que quieres jugar.
—Bueno supongo que no perderé mucho. Dijo Regina muy a su pesar ya que no quería jugar pero luego pensó que una cosa podría llevar a la otra y seguramente esa noche podría cumplir con la apuesta. Los dos de se pararon del sillón y movieron la mesita que estaba en medio, después se pusieron de espalda.

—Supongo que sabes cómo se juega Regina.
—Sí, si ambos volteamos al mismo lado tenemos que darnos un beso y si no te tengo que dar una cachetada.
—Bueno vamos a empezar que te parece si tú dices un día y yo otro.
—Bien.
—Comienzan las damas. Regina sonrió.
—Está bien. Lunes. Regina volteo a la izquierda y Damián a la derecha. Cachetada.
—Martes. Regina volteo a la derecha y Damián a la derecha. Beso.
—Miércoles. Regina volteo a la izquierda y Damián a la izquierda. Beso.
—Jueves. Regina volteo a la derecha y Damián a la derecha. Beso.
—Viernes. Regina volteo a la derecha y Damián a la izquierda. Cachetada.
—Sábado. Regina volteo a la izquierda y Damián a la derecha. Cachetada.
—Domingo. Regina volteo a la derecha y Damián a la derecha. Beso.

Los dos voltearon de frente.

—Bueno hay que pagar. Dijo Damián.
—Si hay que pegar.
—Dije pagar.
—Por eso y yo empiezo es una cachetada.
—¿Vas a hacer que me duela?
—Eso depende.
—¿De qué?
—De si me van a gustar tus besos.

Daño por una apuesta (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora