Capítulo IV: Layla.

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Notas preliminares: Hay dos versiones de layla, una esta canción, la versión de estudio fue grabada por Clapton a inicios de los setentas, cuando estaba con Derek and the Domino's, para el album Driving Athems La segunda fue grabada por él como solista y es la que aparece en su famoso Unplugged para MTV y luego fue sacado también como álbum de manera homónima, a principios de los noventas. Cómo dato curioso, está escrita para la que en su tiempo fue la mujer de George Harrison y que luego fue su esposa, Patty Boyd, siendo que ambos eran muy cercanos.

Victoria

La música es una montaña rusa de emociones; un hilo conductor de recuerdos e historia, hay canciones que definen una época, definen historias de amor, que son tan importantes que incitan a rebeliones.

Para mí cada vibración de una cuerda, cada acorde, cada "vibrato," cada escala en una guitarra, es una llave hacia un recuerdo con mi padre: Siempre he tenido, desde que aprendí a tocar, el mismo sueño: estoy sentada en los regazos de papá y mi madre me da un regalo de parte de él: ¡Dios! una guitarra clásica, rosa como sacada de un set de Barbie, era tan rosa que incluso a mí me parecía demasiado rosa. No entendía cómo pensó que me gustaría, aun así la acepté. Luego de un rato mi mamá, al ver mi cara de decepción escondida por una sonrisa de agradecimiento, habló con él.

Esta es la siguiente parte de mi sueño: mi padre con un estuche, de ella saca una dreadnodght. Ese es el verdadero momento que se repite una y otra vez sin importar el día o la hora, siquiera mi estado de animo. La música me conecta una y otra vez con él.

Por eso amo la música, siempre está envuelta en un manto de misticismo. Llevándome de un lado a otro, como si yo solo fuera su esclava, al fin y al cabo soy hija de mi padre, mi vida está indudablemente en clave de sol y a cuatro cuartos. «¿No es la vida entonces tan maravillosa como una canción? O al contrario, ¿no es la música tan aplastante y rotundamente abrumadora como la vida?» Son preguntas que llegan siempre que extraño a papá.

Me desperté con mi alarma al ritmo de Clapton. Dios es Clapton y Clapton es Dios, ese es mi lema.
Era sábado por la mañana, brinqué de mi cama, corrí al baño llena de energía como era usual, me cepillé el cabello, y tomé una ducha. Luego me dispuse a elegir una falda a cuadros escoceses, una blusa de tirantes negra y me amarré el cabello ya una vez seco.

-¡Victoria baja en este instante! -gritó mi hermano algo molesto-. Llegarás tarde a tu ensayo si no bajas a desayunar en este momento.

Me puse mis botas lo más rápido que pude y bajé, después de todo tenía razón.

-Heme aquí hermanito, lista para la acción, Vic a tus órdenes, la guitarrista más talentosa de este lado del Bravo -dije burlonamente mientras bajaba las escaleras.

-Vaya, esa es una afirmación muy arriesgada siendo que no estamos en México siquiera -respondió sarcásticamente-. ¿Me puedes decir dónde está tu guitarra? -«al menos una de ellas» me dije mientras recordaba que había olvidado bajarla.

-¡Demonios lo olvidaba! -exclamé mientras corría hacia el estudio, donde había dejado mi guitarra en su estuche la noche anterior-. Es hora. ¡Por fin voy a tocar con esta guitarra!

Por un momento me detuve, el estuche estaba en el piso alfombrado de lo que era, en otra época, el estudio de mi padre. En él, había un pequeño altar a la memoria de mi padre, en el que mi madre entraba a veces cuando se sentía perdida respecto a alguna decisión importante, o simplemente cuando estaba demasiado cansada o abatida por el trabajo; además de algunos de sus trofeos como piloto y por supuesto esta guitarra. Él mismo había sido estudiante de mi escuela hace mucho tiempo.

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