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capítulo uno: primer día de trabajo.

Hiroko se levantó de un buen humor, miro con atención el atuendo que le entregó su compañero de trabajo; un pantalón formal negro, una camisa de vestir blanca de manga larga, un chaleco negro y una corbata del mismo color

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Hiroko se levantó de un buen humor, miro con atención el atuendo que le entregó su compañero de trabajo; un pantalón formal negro, una camisa de vestir blanca de manga larga, un chaleco negro y una corbata del mismo color. Estaba tan feliz de poder obtener un empleo y lo mejor, era que la paga era buena. Sentía que su corazón podía explotar de la felicidad, todo en ella irradiaba alegría, cualquier que la viera, diría algo como: ❝¿por qué demonios está tan feliz?❞ . La de cabello rosado salió de su habitación para ver a sus abuelos, ambos sonrieron al verla, pero en el fondo estaban muy preocupados por su nieta, sabían que por su discapacidad le sería difícil atender a las personas, aunque tuviera aquel aparato, sabía que le sería difícil socializar con otras personas.

—Hiroko, cariño...Tú abuelo y yo queríamos hablarte de algo.

La peli-rosa miró a su abuela, dejando de lado su vaso de jugo. Los miro con aquellos ojos de tono violeta, al ver sus expresiones rápidamente negó.

"Se lo que dirán, yo quiero hacer este trabajo". Hablo entre lenguaje de señas.

"Además, en mi currículum añadí que no planeo hablar y que soy sorda. Parece que mi jefe no tiene ningún problema con ello".

—Cielo, sabemos que tener este trabajo es muy importante para ti, pero...¿De verdad quieres entrar en un restaurante?, Hiroko, son lugares con mucha gente y estarías bajo protección.

"no veo ningún problema, yo podré con eso." 

Aquella pelirosa estaba muy decidida, aunque sus abuelos no lo admitieran, la tienda que tenían ya no estaba dando mucho y había deudas que pagar, Hiroko no quería quedarse con los brazos cruzados. Pasó mucho tiempo siendo mantenida por sus abuelos, siempre siendo protegida por ellos, ahora ella deseaba ayudar en algo y la paga en ese lugar era muy buena.

Pero por más feliz que se mostrara, se sentía nerviosa, no sabía si la veían con buenos ojos o si la tratarían como una más. Desde que ella había quedado sorda en un horrible accidente, las personas simplemente la veían con pena, con burla y desagrado, esperaba que la trataran como una más en el trabajo. Además se sentía un poco confiada al leer los labios.

Una noche antes había escrito varías tarjetas, las cuales entregaría a sus compañeros y a las personas que atendería, aunque sabían que las tarjetas no iba a alcanzarle.  Después de desayunar fue a su habitación para preparase; se dio un baño, lavó sus dientes, seco su cabello, se colocó el uniforme (dejando a último la corbata), dejó su cabello suelto, y se puso un ligero maquillaje.

—Yo te ayudo, muchos años ayude a tu abuelo a ponerse una corbata.—habló de forma dulce su abuela.—Cariño, no tienes porque ir ¿sabes? Puedes quedarte aquí, ayudarme como siempre en la cocina y no se, ver cómo siempre uno de esos programas que tanto te gustan.

𝐊𝐄𝐘𝐅𝐑𝐀𝐌𝐄 | 𝑇𝑎𝑖𝑗𝑢 𝑆ℎ𝑖𝑏𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora