07. Yuanfen

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                    Yuanfen   

La fuerza que une a dos personas.   

El uber llegaría en diez minutos.    

Por emergencia llevaba un sobre de lubricantes en su cosmetiquera, sonriendo victorioso tiró poca cantidad de líquido en el vibrador, abrió las piernas y con una mano separó uno de sus glúteos para tener mejor acceso a su entrada, lentamente introdujo el juguete en él hasta que el hilo para retirarlo quedara a la vista, se vistió y salió del baño. Marcos fue a la ducha y aprovechó para descargar la aplicación en el teléfono de su esposo.    

—Mmm, ¡Listo!—sonrió satisfecho.    

Agustin tenia uno que otro juguete sexual e incluso había probado también un vibrador un día que salieron de compras al supermercado con Marcos en Caba. Pero el que le había regalado Thiago se controlaba con una aplicación a diferencia del que tenía él, que el mando era por una especie de llavero.   

—El uber está cerca, es mejor ir bajando—salió del baño Marcos ya vestido.    

—Dejé instalada una aplicación para que la utilices con sabiduría—se puso de puntillas y dejó un casto beso en los labios ajenos, Marcos le miró arqueando una ceja.    

—Bien, en camino la reviso, vamos—le dió una nalgada que le hizo jadear.    

Apenas salieron del hotel divisaron su medio de transporte y ambos se sentaron en la parte de atrás.    

—Buenos días, jóvenes. En la aplicación no indicaron destino. ¿A dónde les llevo?—preguntó el conductor, tenía pinta de ser extranjero, mexicano, tal vez.    

—Buenos días, queremos ir al letrero que dice "Welcome to Fabulous Las Vegas"— el señor asentó con la cabeza y arrancó el carro.    

Marcos revisó su celular hasta encontrar la aplicación que Agustin le había instalado. Le miró con una sonrisa de lado y este se la devolvió.    

Entró y era una especie de raya que tenía que controlar, si la subía evidentemente el nivel de vibración sería alto y si la bajaba disminuía. Entrelazó su mano con la de Agustin e inició con vibraciones leves, provocando que el pelinegro le apretara la mano y diera un saltito en su lugar.    

Agustin respiraba agitado pero se mantenía sereno, la sensación en su interior era esplendorosa.   

Marcos llevó la línea de la aplicación hasta la mitad y Agustin soltó un sonoro jadeo.    

—¿Se encuentra bien, joven?—preguntó el conductor mirándolo por el retrovisor interior, el pelinegro asintio con la cabeza y Marcos le acarició el cabello.    

La vibraciones despertaron su miembro y otro jadeo salió de su boca haciéndole llevar la cabeza hacía sus rodillas.    

—aguss, ¿estas bien?—cuestionó descaradamente sobandole la espalda.    

                                
        
              
—Puede ser apendicitis, o tal vez algo le cayó mal. ¿Que tal si llevamos al joven a un hospital?   

Marcos quiso carcajearse.    

Agustin seguía retorciéndose... de placer.    

—S-soy, somos doctores, solo es un leve do-ah- dolor.    

Marcos bajó la intensidad y Agustin pudo reincorporándose.    

—Estará bien, si los dolores siguen, no dudaré en llevarlo al hospital—Marcos le informó al conductor.    

Mío- margusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora