☠︎︎ 𝕿𝖊 𝖛𝖊𝖔 ¹³ ☠︎︎

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— Buenos días, corazón. — como en la gran mayoría de martes, llegué a ver como estaba Mauro.

Quien como siempre, se encontraba recostado en un colchón que había conseguido para él. Para hacer su estancia más cómoda y placentera, porque la bóveda en la que estaba no era tan agraciada o linda.

Pero bueno, con el tiempo fui acomodando ciertas partes para que Mauro se sintiera como en casa, y que así, nuestro pequeño nido de amor fuese perfecto.

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— Hoy te traje unos sándwiches de milanesas, un rico pedazo de chocotorta y un par de sodas. — comente, mientras revisaba el contenido de la bolsa que había traído, sin llegar a mencionar los medicamentos que le daría para que siguiera siendo mi chico ideal. — ¿Sabes algo? A pesar del tiempo que ha pasado, tus padres no dejan de buscarte, cada día los veo pegando volantes con tu cara. — dije, para después sentarme al lado de Mauro, quien miraba hacia el techo mientras trataba de contar algo que solo él veía, aunque de vez en cuando se reía.

Y eso solo lo hacía ver más lindo de lo que estaba, aunque su piel estaba un poco pálida, pero eso se iba a solucionar cuando nos fuéramos a vivir a otra provincia.

A una donde nadie nos conociera y dónde podríamos empezar una hermosa vida desde cero.

— A veces siento lástima por ellos, pero después recuerdo, que si te dejo ir, entonces no podremos estar juntos. — digo, ofreciéndole un trozo de sándwich a Mauro.

Pero él no me presta atención, porque sigue contando y riendo como si estuviera en medio de algún show de payasos, y eso empieza a irritarme.

— Mauro, ¿me estás escuchando? — pregunto, obteniendo el mismo resultado de antes.

Así que no me queda otra opción que dormirlo, aunque no de una manera literal. Porque lo que iba hacer, era administrarle un poco de droga para que se calmara, para que se estuviera calladito, y que de esa forma, yo volviera a ser el centro total de su atención.

— Shh, calmado, calmado. — dije cuando la aguja empezó a invadir su piel, lo cual siempre le molestaba y lo hacía moverse de manera inquieta.

— No quiero, no quiero que la abeja mala me pique. — balbuceo sin poder hacer mucho, porque el medicamento ya había ingresado en su cuerpo.

Que no tardó en percibir los efectos de una nueva dosis de sedantes, aunque le tuve que haber dado otra cosa.

— Tranquilo, que la abeja mala ya se fue, ¿y sabes por qué? — pregunte, mientras lo tomaba suavemente del rostro, observando cómo volvía hacer mío lentamente.

— ¿Por qué tu cara es chistosa? — me pregunto, tocando con mucha curiosidad mi cara, haciendo de paso un sonido gracioso cuando lo hizo.

Algo que me hizo sonreír mucho, y como premio, le di un casto beso. El cual subió de tono en cuestión de segundos, porque pase a comerle toda la boca en un rápido movimiento.

Y Mauro como el dulce ángel que es, no supo cómo responder a mis movimientos, así que tuve que hacer todo el trabajo.

Pero eso no me molestaba, porque eso significaba que podía tener lo que siempre quise con solo esforzarme un poco.

Y siendo sincero, había esperado mucho como para dejar una oportunidad tan maravillosa como esta.

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𝕮𝖚𝖆𝖓𝖉𝖔 𝖓𝖆𝖉𝖎𝖊 𝖙𝖊 𝖛𝖊 :  Litiago : FINALIZADA ✅✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora