GUILT - CULPA

10.

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EVERET DUELTT.

Un pájaro se posa sobre un cable oscuro, sus patitas frágiles sosteniendo de aquello que, por dentro, está repleto de una imponente electricidad. Él, de pié sobre algo que podría matarlo en cuestión de segundos.

Pero no lo hace.

Y a el pajarillo no le importa.

Porque mientras que no sea algo que lo mate, no le dará importancia. ¿O es que me estoy describiendo a mí mismo?

Despego mi vista de la ventana, echando mi cabeza sobre el respaldo de mi silla giratoria, golpeando el lápiz entre mis dedos por el cuaderno que se encuentra sobre mis piernas.

¿Sobre qué puedo escribir ésta vez? Ya escribí bastante sobre cómo me he sentido, sobre lo que percibo fuera de los vidrios y de mis amigos. Ya me estoy aburriendo, deseo escribir algo más...genuino.

Dos toques llaman a la puerta llaman mi atención, no digo nada porque sé que entrará de todas formas, ya sé quién es debido a esos toques repentinos y bruscos.

—¿Ya estás listo? —Juliet entra sin más a mi habitación, con un taper con algo en su interior, gracias al olor que expanden las mismas puedo decir que son galletas recién horneadas. Las detesto.

—Aún ni me he bañado —digo cerrando mi cuadernillo y escondiendolo disimuladamente bajo la almohada de mi cama que se encuentra justo al lado mío.

Juliet me lanza una mirada entre cansada y enfadada —¿Es en serio? Te dije hace una hora que te prepares, te tengo una sorpresa.

Cierro mis ojos con fuerza —Juliet, ni siquiera me diste la opción de responder y en verdad no tengo ganas...

—Ya. —camina hacia la mesita que se encuentra en la punta de la cama, deja el taper con galletas sobre ella y seguido, vuelve a voltear hacia mí con los brazos cruzados —Nunca quieres hablar de lo que sucede entre nosotros y estoy empezando a hartarme.

Ruedo los ojos girando la silla de vuelta hacia la ventana, el pajaro que ví hace unos momentos ya no está.

Y ahora tendré que escuchar a Juliet quejándose de lo mismo de nuevo.

—¿Por qué eres así, Ev? —la escucho caminar hacia mí. —No me des la espalda, maldición. —gira la silla y coloca ambos manos sobre los brazos de la misma obligándome a mirarla mientras habla. —Yo siempre intento entenderte, ¿No lo ves?. Me dijiste: No quiero que todos sepan que estamos en una relación, no me gusta que personas que no estén en mi vida, sepan cosas de mí. ¿Qué fué lo que hice? Pues te hice caso hasta el punto de que nadie más que Gema sabe de nosotros.

<<También dijiste: No me gusta el contacto físico de ningún tipo, así que, de la forma buena te lo digo; no vuelvas a abrazarme, y menos aún de forma sorpresiva. ¿Y qué fué lo que hice nuevamente? Pues, volví hacerte caso. ¡Por más que intento entenderte, no puedo!

Chasqueo la lengua —En realidad no lo intentas.

En sus ojos se encienden una rabia que intenta disimularlo —¿Qué?