Capítulo 5

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Instante

«Jyubei, te voy a matar»


Estaba muy, muy furiosa.

Había asistido a la dirección que el viejo coleccionista de armas le dejó indicado pocos días atrás. Su trabajo era bastante sencillo; Ir, recoger el mandado, y regresar a la tienda con él. Al principio su expresión se llenó de reticencia ante la tarea sospechosamente fácil e inofensiva. Incluso un niño pequeño con dos neuronas funcionales sabría como obedecer la orden al pie de la letra sin equivocarse en lo más mínimo. No obstante; Sus pensamientos quedaron suspendidos en el aire y los apartó con profesionalismo. Las reglas eran estrictas en una simple cláusula que establecieron al momento de  trabajar juntos: Nada de dudas respecto a sus peticiones y, a favor de ella, tendría todo el bendito tiempo del mundo para saldar su deuda con él. Normalmente no tenía la necesidad de refutar alguna demanda y evitaba darle voz a la milésima parte de ella que sentía curiosidad; Las misiones habitualmente contenían cierto grado de riesgo así que sabía lo que esperarse. Esto, sin embargo, le sonaba a una sucia jugarreta.

Ojalá hubiera hecho el más mínimo caso a su instinto.

—Mocosa insolente... —Mencionó una voz madura e irónicamente maravillada con ella; Sorprendetemente, Moroha contuvo una réplica ingeniosamente grosera dentro del fondo de su garganta.

Yacía en una bodega; Atada, golpeada y amenazada. El supuesto mandado que tendría que recoger había terminado en una evidente falacia. Su cuerpo permanecía aletargado por las drogas que le obligaron a ingerir y su mente maquinaba todo tipo de pensamientos con el objetivo de saber como manejar la situación. No había ningún tipo de miedo en ella, hacía muchísimo tiempo que descubrió que temer ante ese tipo de situaciones no lograría una mierda para sacarla del problema. Aunque sí que necesitó de un pequeño milagro para contener el estado enfadoso que dirigía específicamente hacia su jefe: ¿Si sabía que le estaban planeando una maldita emboscada, entonces por qué arriesgarla a ella? Eso no formaba una jodida parte de sus asuntos para con él y cuando lo viera estaba más que dispuesta a arrancarle el único ojo que le quedaba.

De repente; Una mano gigante le agarró bruscamente de su mentón y le levantó la magullada cara para escrutar su apariencia. Tenía un leve cardenal rodeando su pómulo izquierdo y la comisura del labio inferior brotaba con un rastro de sangre seca. La luz era tenue, casi sepia; Dolorosamente intensa para los párpados cansados por el efecto de las pastillas—. Eres una muchachita muy problemática. Al parecer al demente de Jyubei se les acabaron las opciones y ahora depende de la astucia de una bastarda.

Ubieron risas resonando dentro de aquel cubículo oscuro en el que permanecía; Dos de ellas eran hombres, y la otra emergía de una mujer con aptitudes bastante masculinas, para variar. Sintió como las uñas le comenzaron a sangrar en cuanto, inteligentemente, fue deshaciendo el apretado nudo que inmovilizaba a sus muñecas tras el respaldo de una vieja silla de madera. Tenía práctica en ese tipo de cosas, por muy dolorosas que fueran, así que seguir luchando contra el efecto de la droga era su mayor enemigo para encontrar una salida factible.

—¿Qué edad tienes, pequeña? ¿Por qué te dedicas a esto? —Pronunció el tipo un tanto irritante. Segundos pasaron sin recibir respuesta de ella y él liberó un suspiró en contención—. ¿Así que no dirás nada, eh? —El hombre espetó, manteniendo su rostro en alto para admirar asquerosamente sus jóvenes rasgos adolescentes—. Estás muy callada... hasta pareces una bueña niña y no la loca que le partió la nariz a uno de mis hombres hace un momento. Supongo que es por eso que ese pobre anciano cobarde te utilizó.

El Regreso [EN EDICIÓN Y PROGRESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora