Prólogo

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La noche era joven y animada dentro del prestigioso club Barbaró; Ubicado en el último piso del hotel Marselle, en la ciudad de Roma.

Había ido a ese evento sin tener la mínima pizca de voluntad. Su tosco temple reflejaba todo el desgano que poseía cada parte de su ser. La frustración era evidente, a pesar de que no la dejaba salir; Y en su lugar, saludó a socios y a compañeros con un fingido interés que era, para su suerte, aparentemente natural en vista de todos los conocidos y no conocidos.

«Montón de estirados de mierda» Refunfuñó en su cabeza. No tenía el minúsculo deseo de estar presente en aquella maldita reunión con todo el desagradable puñado de hipócritas; Incluso la más leve contracción de su rostro no conseguía expresar ni la mitad de la impotencia que sentía en ese momento. Odiaba actuar entre ellos como otro estirado más y sobretodo odiaba tener que compartir lazos laborales con esos tipos, por muy beneficioso que fuese. Más si debía estrecharse de manos con él; Ese bastardo de pelo trenzado que como alma de la fiesta daría un discurso para todos.

A pesar de ello; El ambiente a su alrededor continuaba bastante tranquilo y solenme. Ameno, dentro de lo que cabe. Todo el salón a su alrededor resplandecía en una tenue luz azul que otorgaba cierto toque privado para aquellos hombres en trajes y mujeres envueltas en galas.

Nada de eso pertenecía a su mundo. Sí, es verdad, como máximo exponente dentro de aquel orbe de negocios le correspondía ser partícipe de tal situación; Pero de eso, a que le gustase, había cierto grado de notable distancia. Convirtiéndose así en la principal razón por la que se encontraba apartado de todos; Sentado en aquella lujosa barra, frente al bartender que preparaba tragos con suma agilidad y vigorosa concentración en sus manos oscuras.

—Dame lo más fuerte que tengas —Ordenó con firmeza en la correcta pronunciación del idioma extranjero. Palabras que estaban bañadas en un curioso e imperceptible acento que con el tiempo había aprendido a perfeccionar.

El hombre musitó su respuesta, trabajando obedientemente sin mirar hacia los lados y sin molestarlo de manera irritante como al parecer lo estaba haciendo todo el mundo; Puede que sea la única persona que le estuviese agradando en esos momentos cuando ni siquiera se molestó en verificar que clase alcohol costoso era ese que le servía. Podía conformarse inclusive hasta con veneno de ratas, si eso iba a descolocarlo completamente. En cambio, recibió un vaso mediano con hielo, rebosante de algún líquido de dudosa procedencia semi amarillento.

No preguntó lo que era, pero sonrió para sus adentros cuando el primer sorbo cayó deliciosamente ardiente por su garganta.

Lo olió con suavidad, intentando cerciorarse de ser algo conocido; Abrazando al fuerte hedor hasta mantenerlo laxo y lleno de júbilo. Una arruga se formó entre su nariz y su frente cuando no pudo aguantar la ardentía y entonces decidió que en esa jodida noche aquel brebaje sin nombre se convertiría en su favorito. Permitiendo que el desgarrante sabor acariciase su paladar hasta que se le asentase en el cuerpo y le causase estragos en el hígado; Frío y caliente a la vez. Acre y dulce a la vez. Perfectamente equilibrado en una consistencia agridulce.

Cuando lo terminó pidió otro, otro y luego otro más. Claramente; Buscaba la manera de sucumbir por completo.

—No te ves muy bien —Una exasperante voz conocida se acercó a él con notable deje pinchador; Perteneciente a cuyo socio que era el causante de aquella fiesta insoportable—. ¿Qué ocurre, no te gusta que tu papi te necesite en casa? —Soltó burlón, tomándose el atrevimiento de pasar un brazo por encima de su hombro como si fueran grandes amigos. Fue en ese momento en que lo detalló; Y por más alcoholizado que estuviese, no dudó en dedicarle una mirada mordaz que si fuese capaz de arrebatarle la vida; A lo mejor no hubiese intentado lanzar tan desagradable comentario.

El Regreso [EN EDICIÓN Y PROGRESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora