III: La práctica hace al maestro

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Jisung dejó pasar exactamente tres días. Estuvo bastante ocupado gestionando la nueva publicidad de la tienda con Hyunjin como el nuevo rostro de la marca. Todos estaban seguros de que sería un éxito. El modelo era lo suficientemente atractivo como para llamar la atención, y su madre hizo un excelente trabajo eligiendo las prendas para él. Solamente había una opción, y era que saliera bien.

Hwang era alguien enigmático, y Jeongin seguía sonrojándose al extremo cada vez en que interactuaba con él (sólo eran simples saludos). Sung estaba seguro de que existía allí algo más que simple admiración, y era gracioso de ver cada vez en que el modelo llegaba a la tienda.

Él por su parte estaba escribiendo su propia historia de amor falsa. Vio a Minho cada mañana en el café, y la  única forma de comunicarse que tenían era a través de discretas sonrisas. Jisung habría optado por mantenerlo así, en secreto, pero tanto él como el azabache también estaban de acuerdo en otra cosa: necesitaban testigos.

Su hermano sería capaz de investigar en donde le fuera posible con el tal de hacer perder al menor de la familia, y él sabía muy bien en dónde desayunaba este cada mañana. La gente que solía visitar ese café necesitaba ver al menos un simple indicio de que el mesero nuevo y el cliente frecuente tenían algo.

Durante uno de los rutinarios desayunos, Minho dejó la orden sobre la mesa de Han y, con una coqueta mirada, jaló de su corbata para atraerlo hacia él.

—¿Sabes que te anudas mal la corbata, verdad? —y deshizo el nudo para hacerlo por su cuenta.

Jisung estaba completamente atontado viendo de cerca cómo el azabache arreglaba el nudo que él nunca aprendió a hacer correctamente. Prestó atención mirando de reojo a la gente que le rodeaba, y gran parte ellos parecía cuchichear y observarlos atentamente. Pudo oír suspiros en la mesa de un grupo de chicas. Todo estaba saliendo bien.

—Ya está listo. Buen provecho. Que lo disfrutes. —dijo como siempre hacía antes de marcharse. Sung estaba desayunando con su corbata bien arreglada. Eso era algo nuevo.

Minho actuaba tan bien, que había logrado erizarle la piel.

Al llegar al trabajo su padre se quedó viéndolo entendiendo que algo no era habitual.

—¿Por qué tu corbata está bien hecha? —interrogó luego de saludar a su hijo, quien sencillamente agachó la cabeza.

—Yo lo hice. —mintió. No estaba listo para compartir con él la existencia de Minho aún.

—No. Tú no sabes hacerlo. ¿Quién te enseñó? —insistió, siendo detenido por su esposa que se hallaba saliendo de la oficina.

—Déjalo en paz. ¿Será que alguien lo hizo por Jisunggie? —Jisung no quería mirar a ninguno de los dos a los ojos. Nunca le gustó hacerlo.

—Hablaremos de esto en otro momento. Debo trabajar. —y como de costumbre, logró evadirlos. Ambos padres se quedaron observando a su hijo menor con incredulidad.

—Pues espero que así sea. —dijo la mujer ansiosa creyendo que su pregunta había dado en el blanco. Tuvo razón.

La tienda de los Han era un caos especialmente los sábados. Recibían a más gente de la habitual. Jisung se pasó todo el día yendo de un lugar a otro tomándose sólo un descanso de dos minutos. Salió de allí hambriento, agotado, y con ganas no hacer más que dormir, pero la ventaja era que mañana tenía un agradable día libre para no hacer nada, o eso creyó al principio.

Pronto recordó que tenía pendiente el punto número tres. Ese que no quería comenzar a ejecutar.

Invitó a Minho a su apartamento. Era un lugar privado, perfecto para hacer el ridículo sin que nadie lo supiera. Ordenó todo su hogar sin dejar pasar nada por alto, y justo al mediodía el timbre estaba sonando. Sung tenía toda una tarde para reformarse como un hombre bisexual antes de ir a la cena en casa de su familia.

Perfect Actors - minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora