Sangre, lágrimas y ceniza

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Pronto caí en una pesada ensoñación. Pero no fue un sueño reparador, sino todo lo contrario. Extrañas agitaciones se aparecían en mi pecho y un constante hormigueo recorría mis extremidades. En medio del sueño, sentía un intenso frío que me molestaba pero no me permitía despertarme. Fue una noche terrible, aunque cometo una equivocación al decir noche. No tenía idea de a qué hora me había dormido, siendo que todas las horas del día parecían ser antes de la madrugada.

Abrí los ojos. Me había dormido en una posición que me hizo despertar con un dolor insoportable en el hombro izquierdo. Me dolía la cabeza y el cuerpo. Creo que me levanté más cansado que antes de dormir. Al acercarme al baño, fui consciente de que esa habitación me seguía pareciendo tan desconocida como hasta antes de mi sueño. No había recuperado la memoria. Cada minuto que pasaba era una eternidad en la jaula de la ignorancia. Fui hasta la nevera a buscar algo de comer, pues mi estómago aullaba por un hambre atroz.

Destapé una lata de maíz dulce que encontré en un rincón de la cocina. Unos momentos después, llegó a la puerta de mi habitación Victoria, cargando un balde de agua caliente.

—¿Cómo dormiste? —me preguntó.

—Mal. No descansé y aún sigo sin recordar nada.

—¿Por qué? Se suponía que recordarías todo después de despertar.

—Eso creí, pero no. Me siento desesperado. Me parece que cada segundo ocurre algo en este edificio que se escapa a mi comprensión. Cada vez siento más lejos el liderazgo que se supone que tengo aquí. ¿Qué va a pasar cuando me busquen y necesiten de mí? ¿Qué va a pasar cuando se den cuenta de que voy a tomar decisiones muy estúpidas por no entender nada? ¿Me van a desechar? ¿Querrán vengarse de mí las personas que creen que maté a ese viejo gringo? No sé qué me va a pasar.

—Podrás tener esos sustos cuando pasen algunos días y no recuperes la memoria, pero ha pasado muy poco tiempo. Apenas has dormido una vez.

—Ah —exclamé antes de una pausa—. Pensé que me dirías algo diferente.

—¿Como qué?

—Como que nadie va a querer desecharme o que no crees que busquen venganza en mi contra.

—Pero eso sería mentirte, Juan.

—¡Dios! —exclamé poniéndome la cara entre las manos.

—Es la verdad. He escuchado muchos rumores que me tienen inquieta.

—¿Qué pasa?

—Lo de la pérdida de tu memoria solo lo supo tu círculo cercano, pero parece que todos en el edificio ya están enterados.

—¿Crees que tenemos más traidores? No soportaría otra visita a la casa maldita para una purga de esas que ya vivimos.

—No creo que sean traidores. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero dormiste unas quince horas. Ese es el tiempo que se ha tomado el rumor para extenderse por nuestro edificio. Cuando te dejamos aquí en la habitación, Sonia dijo en voz muy alta un comentario impertinente delante de personas que no estaban enteradas de la pérdida de la memoria, personas que no debían enterarse.

—¿Qué dijo?

—Algo así como: "¡Ojalá el señor Wantu me enseñara a perder la memoria para olvidar tantas cosas!". No es una traidora, pero ese comentario llegó a oídos de personas desocupadas que piensan en conspiraciones. Te han visto tan diferente las pocas veces que has recorrido los pasillos que se está especulando acerca de tu identidad. Uno de los vigías me contó el rumor: lo que te ofrecieron los gringos fue tanto que incluso ya modificaste tu personalidad inventada.

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⏰ Última actualización: Jan 12, 2023 ⏰

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Atraviesa el túnel o muere en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora