No estaba bien.
Desde lo que pasó en el cumpleaños de Tate he intentado sobrellevarlo todo lo mejor que he podido. He dejado de salir por las noches para emborracharme o para drogarme, he dejado de encerrarme en mi habitación para llorar la pena de todo lo que no tengo y me falta.
Intento despertarme con positividad cada día. Ya no evito a mis amigos por lo que me paso el día con ellos riéndome, distrayéndome y sin pensar en nada. Intento ser una persona con futuro, con esperanzas y con ganas de mejorar. Pero la depresión y la ansiedad nunca desaparecen. Cuando creo que estoy en mi mejor momento es cuando me saludan y me dicen: Hey, estoy aquí. ¿Ya te habías olvidado de nosotras?
También está el tema que hablé el otro día con Alba.
¿Cómo voy a mejorar si en casa todo sigue igual? El desprecio por parte de Leonardo sigue igual, sus insultos, sus miradas asesinas, su egoísmo, su maltrato. Mi madre continúa bebiendo y diciendo cosas que me hieren, comportándose de manera que me hiere. Entonces me lleva a preguntarme...
¿La única que tiene un problema aquí soy yo? ¿Yo soy la única que tiene que mejorar y cambiar?
La respuesta es un rotundo no. Si todo a mi alrededor sigue igual yo no puedo avanzar. Me atasco.
Como ahora.
Todo el que me conoce sabe que no tengo autocontrol, que me dejo llevar fácilmente por la rabia y la ira, que puedo destrozarlo todo en cuestión de segundos porque los demonios de mi cabeza son más fuertes que mi propia fuerza de voluntad. Y Leonardo sabe eso de sobras, pero siempre intenta ser el bueno de la historia.
—Yo no te lo pedí. —le dije.
—Indirectamente fue una obligación. —me miró desde el sofá. —Si no te hubiera sacado de allí tu madre ahora estaría mucho peor.
Me estaba pidiendo que le devolviera de alguna manera la fianza que pagó cuando me sacó de la celda en comisaría la mañana siguiente a la fiesta de Tate. Intentaba hacerme sentir culpable por los problemas que tiene mi madre, cuando en realidad es al revés y es mi madre la que me perjudica a mí.
—No me hagas chantaje emocional, Leonardo. —rodeé el sofá y me planté frente a él. —Los dos sabemos que mi madre no está así por mi culpa.
—Pero siempre te encargas de empeorarlo todo. —apagó el televisor y me miró desde su sillón. —Si tuviera una hija normal no estaría así.
—¿Pero tú te estás escuchando? —grité furiosa. —Hemos empezado hablando de la puta comisaría y tú te has encargado de sacarme toda la mierda. ¿No te has parado a pensar que mi cáncer eres tú?
—Jacqueline... —mi madre me regañó mientras salía de la cocina con una botella de vino en la mano.
—No, mamá. ¡Estoy harta! —grité descontrolada. —No eres capaz de ver nada, dejas que este hombre al que conozco desde hace sólo cuatro años me hunda la vida poco a poco, ¡y todo porque tiene dinero!
—¿Quién crees que paga la casa, tus estudios, tu ordenador y tu ropa? —Leonardo se levantó del sofá. —Yo, niña. Por eso hay que hacer lo que yo diga.
Cuando caminó hacia mí mirándome con ese desprecio, la furia que trataba de controlar en mi interior se desató. Con un paso al frente quedé cerca de su rostro, desafiándolo.
—Eres un puto machista de mierda. —dije entre dientes. —Si te largaras ahora mismo viviríamos igual de bien, porque no nos haces falta. Nunca nos has hecho falta.
—Dejad de pelear. —escuché a mi madre de fondo.
—Repite eso. —me animó Leonardo.
—Que no nos haces falta. —repetí. —Ojalá te largaras y te metieras todo tu dinero por el culo.
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If not for you
Dla nastolatkówEl caos es incontrolable, y cuando existe en tu cabeza es indomable.