«No juzgues a la gente sin conocer toda su historia».
Con los nueve años que tenía Edwin, entendía muchas cosas. Entendía por qué su madre no podía comprarle juguetes, entendía por qué su hermano ya no podía asistir a su terapia o por qué escaseaba la comida y los medicamentos en su casa. Sin embargo, seguía siendo un niño, un niño pequeño, tímido y bueno.
Ser él era un trabajo complicado, los golpes que tenía en el cuerpo eran la prueba tangible, que no lo quisiera aceptar era otra cosa. Pero no estaba solo en esto.
-¡Ed, ven a acompañarme a comprar! -le dijo su hermano mayor.
Antonio era el hermano mayor de Edwin por dos años. Al igual que Ed, su cabello era rubio, ojos café chocolate, contextura delgada y sí, los golpes estaban presentes en él también.
-¡Voy! -respondió el pequeño con una sonrisa en su rostro.
Pero antes de salir de su cuarto, Edwin fue por sus zapatos, (el único par que tenía eran unas zapatillas negras, algo sucias, ya que él aún no aprendía a lavarlas).
-¡Vamos hermano, rápido! -Le animó Antonio-. Necesito que me ayudes a cargar las bolsas.
Edwin recorrió el pasillo dando saltitos. Ambos chicos salieron a la calle y se dirigieron al supermercado más cercano.
-¿Alcanzará para comprarme una caja de lápices para el colegio? -preguntó Edwin a su hermano, apoyándose en el carrito de compras mientras sonreía.
-No lo creo, han subido los precios -contestó Antonio, acomodando sus anteojos con el dedo índice. Y a Ed se le borró la sonrisa de hace unos segundos-. Pero, los lápices que tienes son muy bonitos -añadió intentando animarle.
-Son del año antepasado, además que he perdido muchos colores.
-Ed...
-Lo siento... -dijo y resopló el flequillo de su frente-. Creo que iré por el pan.
Y antes de que Antonio pudiera impedirle esto, Ed ya se había echado a correr por el pasillo del local.
En la fila se encontró con un señor que le miró feo por sus pintas, aunque Ed no se percató. Era algo que le pasaba con frecuencia, que le miraran feo.
Volvieron a casa sin ningún inconveniente, o así lo sintieron porque ya tenían normalizado todo lo que vivían.
Antonio organizó todas sus cosas puesto que mañana era el primer día de él y su hermano en una nueva escuela. Y justamente por esto, Edwin tenía un plan.
Dadas las 6 pm del mismo día, se escabulló por la puerta trasera, de la deteriorada casa, junto con sus ahorros en mano. El último mes de sus vacaciones fue al barrio central y trabajó para una pareja de ancianos, ayudando con las tareas domésticas. Necesitaba el dinero. Entonces cerró con cautela y se echó a correr. Corrió cuatro cuadras y cuando se sintió seguro, alejado de la delincuencia del barrio en el que se hallaba, pudo darse la libertad de caminar. El recorrido fue largo. No vendían lo que él necesitaba cerca de su casa, entonces se dio el trabajo de atravesar gran parte de la ciudad. Había planeado esto hace meses, desde que se enteró de que cambiaría de escuela.
Llegó a una tienda de ropa en donde las miradas no se hicieron esperar y entró fingiendo confianza. Los empleados se pensaron que el muchacho iba a robar, pero cuando lo vieron sacar el dinero del bolsillo trataron de disimular el prejuicio. Edwin contó lo que tenía y calculó que le alcanzaría para 9 prendas, entonces comenzó a buscar algo que no sobrepasara el límite de su presupuesto. En lo que buscaba, un chico de la misma edad de Edwin se lo quedó mirando de pies a cabeza, de una manera muy intimidante. Este iba con su padre y no paraba de preguntarse cosas sobre Ed en su cabeza. El clasismo hecho persona. Cuando Edwin tenía todo, fue a los probadores y tropezó con el muchacho de antes.
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Cero [Corregida]
General Fiction*ADVERTENCIA: ESTA NOVELA TRATA TEMAS DELICADOS. NO LEER SI SE ES SENSIBLE. Los niños de los que leerás a continuación pueden ser malos, deleznables. Ninguno es consciente de aquello y pocos se dan cuenta del daño que causan a otros. Niños celosos...