-¡Fuera, todos!
Las palabras de Max descolocaron, pero nadie se movió. Los ojos estaban en Edwin, y en la herida que tenía en la nariz, la cual no paraba de sangrar.
Y para fortuna o desgracia, dependiendo de qué lado estés, apareció un maestro.
Max fue a parar a la oficina de la directora, Ed también, pero con un papel diferente. Los demás pasaron desapercibidos, como meros espectadores en el acto. Salvo Marcela, claro.
Edwin tomó asiento y presionó con fuerza el pañuelo en su nariz. Max parecía más furioso que nunca y Marcela no decía ni pío.
La mujer frente a ellos, detrás del escritorio, estaba de brazos cruzados. No era la primera vez de Max en la oficina de la directora.
-Hablen.
Pero Max fue el único en obedecer, empezando un monólogo extenso de por qué la culpa no era suya. Edwin parecía desconectado. Al menos Marcela había dejado de llorar. Y de todas formas, daba igual lo que su compañero dijera, la culpa no era de Ed y todos, salvo Max, lo sabían.
Antes que Ed diera su versión de los hechos, la directora ya se había posicionado de su lado. Estaba contra Max, era claro que le darían la razón, sobre todo conociendo el historial de su compañero.
Al final de la plática, Max no se podía creer que estuviera castigado. Edwin pensó que era raro que no se lo esperara, ya que por las palabras de la directora, parecía que el que lo castigaran era un evento recurrente. ¿Por qué esta vez sería diferente?
Saliendo de la oficina, Ed pensó en dirigirle unas palabras a su compañera pelirroja. En cuanto este se acercó, Max le tomó del cuello de la camisa.
-Déjala en paz.
Edwin no supo si fue su expresión o su mirada rabiosa, lo que sea, hizo que obedeciera.
Marcela no le dirigió la mirada y Max la tomó de la mano para guiarla de vuelta al salón de clases.
El rubio empezó a caminar detrás de ellos a paso de tortuga.
La maestra no dijo nada tras verlos entrar. Edwin tomó asiento junto a Louis. Y contra todo pronóstico, fue este quien soltó su debido suspiro.
-Te lo advertimos.
Ni el suspiro, ni las palabras eran reconfortantes. Edwin presionó el pañuelo contra su nariz.
Marcela estaba al otro lado del salón, con Max. La observó hasta que los ojos del pelinegro procuraron asesinarlo, entonces se detuvo. La chica era intrigante para Ed, pero no era la misma intriga que le producía Daniela. Era diferente, no con un fin romántico. De hecho, no estaba seguro de por qué quería protegerla. La hallaba vulnerable y el hecho de que lograra llevarse bien con alguien tan explosivo como Max, la hacía sorprendente. ¿Qué tiene ella que no tiene ningún otro estudiante de su clase?
Edwin no lograba prestar atención.
-Louis, ¿cómo se conocieron Max y Marcela?
-¿Por qué?
-Curiosidad.
Y la maestra hizo un llamado el silencio.
-Te lo diré en el recreo -sentenció Louis.
Y fue exactamente lo que pasó. Durante el receso, Edwin y Louis se alejaron del grupo y charlaron sobre Marcela.
La familia de la pelirroja era relativamente ordinaria. Padre, madre y un hermano mayor.
-¿Él estudia aquí?
-No entiendo por qué te interesa.
-Louis, por favor.
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Cero [Corregida]
General Fiction*ADVERTENCIA: ESTA NOVELA TRATA TEMAS DELICADOS. NO LEER SI SE ES SENSIBLE. Los niños de los que leerás a continuación pueden ser malos, deleznables. Ninguno es consciente de aquello y pocos se dan cuenta del daño que causan a otros. Niños celosos...