Lunes, ya era lunes y Marcela no se sentía lista para salir de su casa y caminar a la escuela. Lo único que reconfortaba a la niña era el estar con Max, pero la compañía de su amigo no la iba a salvar de la cita al psiquiatra que tenía entre clases.
-¿Qué? ¿Cuándo?
-En la clase de lengua -contestó Marcela.
Max no lo podía asimilar, eso significaba que se quedaría solo después del almuerzo si Marcela se iba. Pero no era momento de pensar en él cuando su amiga le decía lo inquieta que la tenía esta sesión con un nuevo psiquiatra.
Max sacudió la cabeza, debía mentalizarse.
-Tranquila, tu puedes con esto -le motivó el chico. A Marcela se le escapó un puchero, Max lo notó y la tomó de los hombros-. Es un psiquiatra más, no significa nada.
Marcela recordó a su madre esa mañana en el desayuno, diciéndole que esta cita con un nuevo profesional de la salud mental era importante. Invalidaba por completo las palabras de Max. Pero la niña no comentó esto a su amigo, solo sonrió y asintió. No quería preocupar a Max.
Y dadas las 1:30 pm, la madre de Marcela pasó a recogerla al colegio. Si no contamos a Max, se podría decir que pasó desapercibida. Eso aliviaba su carga emocional.
La madre de la pelirroja era una persona muy pasivo-agresiva. Marcela no entendía si la estaba regañando o halagando antes de entrar a conversar con la psiquiatra.
-Marcela Young -dijo una mujer con bata de hospital junto al pasillo.
-¿Qué esperas? -dijo la madre de la muchacha.
Marcela avanzó, guiada por el pasillo hasta dar con un cuarto, un cuarto con el número 5 estampado en él. Ella entró acompañada.
-Toma asiento -dijo la dama.
Marcela se tomó unos mili segundos para analizar la habitación. Un escritorio mediano, cuadros de pinturas abstractas, dos sillas y un ligero aroma a vainilla.
Ella se sentó.
-¿Cómo estás?
Marcela desvió la mirada tras encontrarse con los ojos de aquella profesional, ojos grandes y oscuros. Y no respondió, cosa que para su madre sería nombrado como un acto de rebeldía, pero la realidad era que en verdad no podía hablar con normalidad.
-¿Estás bien?
Estaba muy nerviosa y empezó a creer que eso saltaba a la vista, cosa cierta. ¿Cómo iba a decirle que no hablaba en estas circunstancias si no podía emitir sonido alguno?
-¿Linda?
Y la niña se echó a llorar a todo pulmón. Lloraba porque no era capaz de mantener una conversación, porque según otros era diferente en un mal sentido, pero más que nada porque no estaba bien.
La psiquiatra se levantó de su silla y murmuró algo a Marcela, pero ella no escuchó, seguía llorando. En un parpadeo de ojos se hallaba sola en la habitación, y en un par más, la mujer que le hacía compañía había llegado con su madre a la escena, la cual tomó asiento en la otra silla y empezó a dialogar con la psiquiatra. Marcela aún lloraba, pero ahora había pasado a un segundo plano.
-Se quiere hacer la interesante, está bien. Mi esposo insistió en que viniera, yo le dije que no porque sabía que iba a montar un numerito como este.
Marcela seguía sollozando, y las palabras de su madre estaban lejos de calmar la situación.
Pero la psiquiatra se contuvo para mostrarse lo más profesional posible.
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Cero [Corregida]
Narrativa generale*ADVERTENCIA: ESTA NOVELA TRATA TEMAS DELICADOS. NO LEER SI SE ES SENSIBLE. Los niños de los que leerás a continuación pueden ser malos, deleznables. Ninguno es consciente de aquello y pocos se dan cuenta del daño que causan a otros. Niños celosos...