Max Miller era fácil de entender por aquellos que lo juzgaban, aunque no quiere decir que lo que lo que pensaban de él era acertado. Edwin no lo entendía porque no tenía la tendencia de juzgar a quienes conocía. Y a pesar de lo que dijo Louis, su gemelo malvado no parecía tan malvado. El que le haya prestado su sacapuntas y dado la bienvenida, muy al estilo Max, tenía mucho que ver. Aparte, Edwin no tendía a odiar gente, ya que para él, todos eran potenciales aliados, y un aliado le podía ofrecer el cariño que Ed tanto anhelaba. Tenía que agradar a todos, y si iba a estar con Max en el grupo de integración, debía buscar la manera de caerle bien, al igual que a Marcela.
Ed, finalizando la clase, sintió curiosidad por la pelirroja y por qué no era capaz de decirle ni una palabra. Al inicio pensó que tenía alguna clase de sordera. La maestra le confirmó que no.
-¿Entonces qué es?
-Creo que lo más sabio es que le preguntes a Max. Ellos son muy reservados con los demás estudiantes, podrían tomárselo a mal si te enteras por mí.
Pero Edwin era un niño muy empático y sentía que si le preguntaba eso a Max sin tener su confianza, pasaría lo del inicio de la clase. Entonces no sacó el tema a colación, ni cuando la clase terminó.
Volviendo a su salón, listo para jugar con sus amigos en el recreo, notó que algo había cambiado. Ninguno le dirigía la palabra y solo le miraban de reojo con un claro desdén.
-Louis, ¿qué pasa?
Pero su amigo desvió la mirada.
-Edwin, escucha...
-¡No pierdas tu tiempo con el leproso, Louis! -chilló Thomas, desde la puerta del salón, con la pelota de fútbol en su brazo izquierdo.
-¡Tienes razón Tom, su retraso mental es contagioso! -respondió Louis y soltó una risa, que le fue seguida por una carcajada de los otros.
Se fue, todos se fueron.
Entonces, el pequeño pensó estar en un lugar alejado del ojo público. También se le pasó por la cabeza ir con Antonio, pero no estaba seguro de si Louis había revelado su secreto, por lo que no se quiso arriesgar a echar todo por la borda. Fue a la biblioteca y buscó libros en el área de educación diferencial. Estaba dispuesto a encontrar algo que lo ayude a entender a Marcela. Daba igual lo mucho que quisiera llorar y abrazar a Antonio, debía mantener la compostura, controlar esas estúpidas emociones. Debía encajar, y para eso tenía que pensar cómo ellos.
Dos minutos antes del toque de timbre que indicaba el regreso a las clases, había aprendido un poco sobre el mutismo selectivo. Fue al baño a lavarse las manos porque el libro que había leído tenía un cúmulo de polvo encima. Dentro, se encontró con Louis.
-Ed... -le llamó el pelinegro. Edwin miró el reflejo de su compañero en el espejo-. Mira, yo...
Pero Edwin estaba dispuesto a olvidar.
-Encontré a Max en el grupo de integración, no creo que sea mala persona, pero ¿siempre es así de violento?
-Escucha, si vas a pertenecer a nuestro grupo tienes que poner de tu parte.
El rubio estaba perplejo.
-Lo he hecho.
-¿Entrando al club de los imbéciles? ¿Es broma?
-No entré a propósito...
La expresión de enfado de Louis era casi igual a la de Max cuando lo agarró de la camisa para golpearlo.
Se acercó a Edwin después de lavarse las manos. El chico pensó que lo ignoraría y luego se marcharía, antes de verlo aproximársele.
-Edwin Brown, ¿tienes idea de lo que he hecho por ti? Me atacaste en esa tienda y yo te di mi amistad, guardé tu secreto, te ofrecí ropa, hasta te integré a mi grupo de amigos -No, era peor que la expresión de Max-. ¿Y tú qué haces? Tirar al desagüe todo, exponiéndote como un retrasado ante el curso.
ESTÁS LEYENDO
Cero [Corregida]
Ficção Geral*ADVERTENCIA: ESTA NOVELA TRATA TEMAS DELICADOS. NO LEER SI SE ES SENSIBLE. Los niños de los que leerás a continuación pueden ser malos, deleznables. Ninguno es consciente de aquello y pocos se dan cuenta del daño que causan a otros. Niños celosos...