Kyungsoo

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El papel que le había dejado en la mesa con la lamparilla solo decía la dirección del hotel, el número de habitación y la hora. Y a pesar de lo que podía pasar, de lo que podía implicar, estar ahí, con él, a solas... no estaba la opción de no ir. Solo esta vez, solo en ese momento, él quiere ir.

Se levanta temprano, aunque la verdad es que no ha podido dormir, solo ha estado en la cama dando vueltas y cerrando los ojos, esperando que algo de descanso haya conseguido su cuerpo con eso. Cuando por fin se da permiso de levantarse son las 6 de la mañana. Estira sus brazos, siente sus dedos, mueve sus piernas, toca su estómago, se despierta los sentidos, como para sentirse entero antes de verlo, para estar listo.

Entonces se dedica a prepararse. Se mira al espejo y se pregunta qué habrá visto Chanyeol el día anterior, Kyungsoo sabe que luce joven, pero el tiempo no ha pasado en vano, y al menos ya no luce como un adolescente sino como un hombre. ¿Eso le habrá gustado o no? ¿Se habrá fijado en sus ojeras como él se fijó en las suyas? ¿Qué habrá pensado de su color de cabello? ¿Habría podido ver a través de él, su hartazgo, su cansancio, su desidia, como Kyungsoo había hecho con él? ¿Habría sentido el deseo a través del vidrio? Se asea desde el último pelo hasta el último dedo, se depila, se peina, se arregla y mete una navaja en la mochila, por protección. Se deja el cabello libre y tiene que pelarse del cuerpo un suéter beige holgado, muy parecido a los que usaba en su otra vida. Hoy se vestirá de lo que es ahora, un chico pobre con dos empleos, pero independiente y fuerte, que ha superado todo y no necesita a nadie. Entonces se pone los pantalones negros, una polera gris usada, pero limpia y la casaca de jean que suele usar entre turnos. Se pone una gorra y sale del pequeño apartamento de azotea.

La hora pasa como un espejismo de color frente a sus ojos y cuando menos se lo espera ya está en el ascensor. La habitación 306 del Hyatt era grande, luminosa y cara. La suite estaba conformada de un recibidor acogedor, adornado con flores neutrales, blancas y cremas, que daba paso a una sala más amplia con muebles de los mismos colores y cojines verdes. Entrando hacia la derecha estaba la habitación con la cama blanca inmensa, cubrecamas mullidos, más de diez almohadones y un par de butacas color arena al costado de los ventanales que tenían vista a la calle. Todo es blanco, crema o beige, claro, espacioso, elegante, características que jamás se habían dicho sobre ellos dos, ni antes cuando estaban juntos, ni ahora que estaban separados. Por lo que había visto, Chanyeol seguía siendo el mismo tipo desgarbado, campirano y recio de siempre, más de grises que de beiges. Había envejecido mucho y había envejecido mal, seguro que, tomando mucho, comiendo mal, solo, abandonado. Era una falacia en la que había caído a menudo, sobre todo al inicio de su viaje, su parte omega, la que había sido alimentada por la sociedad, sentía que lo había abandonado. Cada vez menos se sentía así, su lado racional sacando cara por su supervivencia; sin embargo, al verlo el día anterior, se encontró preguntando cómo lucirían si hubieran seguido juntos. La imagen de él mismo en peores condiciones que Chanyeol fue suficiente para cortar las ensoñaciones de un tajo. Otras preguntas aparecieron de repente: ¿Cómo lo habría visto Chanyeol? ¿Qué pensará de su trabajo? ¿Le molesta, le da asco? ¿Quiere detenerlo? ¿Se lo quiere llevar? Y de pronto respirar se hace cada vez más difícil, el pecho comienza a sentirse pequeño ¿Por qué vino aquí? Estaba loco, tenía que irse. Pero ya era la hora, ya va a llegar, ¿Espera? ¿Se lo encontrará en el pasillo?

Entonces la puerta suena y se abre. Kyungsoo que tiene la mochila en el hombro, la deja caer al piso con un sonido seco. Es él.



Es Cheolsoo.

Por un momento, Kyungsoo no se puede mover. De pronto, la polera que usa se siente más sucia que nunca y las mangas no cubren lo que tienen que cubrir, todo en él se siente viejo, sucio e insuficiente. Demasiado poca cosa para estar en presencia del niño de sus ojos. Y entonces él se acerca, lo mira expectante. Su carita tierna y dulce lo mira y antes de que se de cuenta, una lágrima cae por su mejilla. Su niño lo mira y levanta las manos hacia él...lo quiere tocar. Entonces Kyungsoo, el Kyungsoo silvestre de 17 años, se agacha, toma sus manos y lo besa. En ese momento, Cheolsoo reconoce al Kyungsoo de las historias de Chanyeol, el chico lindo con pecas en la nariz y la madre que lo amaba más que nada. El abrazo dura lo mismo que 2 minutos o que 2 horas, y Chanyeol sabe que todo valió la pena.


Él también los abraza y ese momento fugaz se siente como si fuera todo lo que necesitó siempre, después retrocede y ve lo que siempre tuvo que ser y que nunca debió torcer, Kyungsoo y su bebé. Es entonces que le entrega a Kyungsoo el maletín y le dice: " Es para que comiencen su nueva vida, juntos".

Luego su cuerpo hace lo que tiene que hacer, sale de la habitación beige del Hyatt, se sube a la camioneta y conduce en la dirección opuesta. No mira atrás, no voltea jamás, porque si el rabillo de su ojo alcanzara a ver algo más, está seguro que se convertiría en piedra.




Solo muchos años después, cuando Chanyeol estaba en una cama de hospital casi desahuciado por una neumonía que casi lo mata, un chico alto y desgarbado, de ojos redondos y pecas en la nariz, lo tomó de nuevo de la mano y pudo volver a casa. Fueron pocos meses juntos, pero fueron de los mejores de su vida.




Fin

La hora azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora