Sehun

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Era un jueves. Los jueves Sehun se levantaba tarde. Era uno de los beneficios de su trabajo como escenografista. Trabajaba en una de las productoras más grandes de Seúl y vivía una vida tranquila.

A sus treinta y cinco años podía decir que se sentía realizado. Tenía una linda casa mediana en una parte decente de la ciudad, estaba casado con quien estaba seguro era su complemento, su adorable Luhan, y ahora tenían también a Cheol Soo.

Una casa con jardín había sido una buena idea, era lindo ver a Luhan con ese sombrerito de paja y el lazo azul. Él era tan hermoso que al principio encontró increíble que siquiera existiera. Era un omega lindo y delicado que le ofreció un amor y una vida por la que agradece todos los días. Al ser un beta, Sehun no pensó que su relación duraría mucho, pero Luhan siempre lo sorprendía. Cuando llegó Cheolsoo hace cinco años, Luhan lo sorprendió de nuevo y lo apoyó. Con su amor se convirtieron en una familia casi tan perfecta como la de las películas que hacían juntos.

¿Quién diría que un chico simple como él, que nació en un pueblo perdido en el medio de la nada estaría viviendo esta vida?

Ahora, en su cómoda sala, con una taza de café en las manos, estaba pensando en lo bonitas que estaban las hortensias en la mañana cuando una camioneta destartalada aparcó frente a su casa llevándose por delante un par de sus arbustos.

Sehun no había visto a su hermano mayor en cinco años. Ni siquiera una palabra para avisarle que estaba vivo. Honestamente, había llegado a pensar en la posibilidad de que había muerto. Después de todo se trata de Chanyeol.

Su hermano mayor era un alfa de pies a cabeza, una copia exacta de su padre, solo que no era un maldito bastardo prejuicioso. Era alto y macizo, pero delgado, desgarbado y un poco distraído. Era lo que se esperaba de un alfa, pero al mismo tiempo no lo era, aunque le gustaba el rodeo, el fútbol y ocasionalmente la bebida, no salía mucho, no tenía parejas ni buscaba ser popular en el pueblo. Para Sehun, los alfas eran generalmente idiotas egocéntricos, pero por alguna razón, Chanyeol siempre le pareció más complejo. Era apreciado, pero no tenía muchos amigos, siempre fue más bien reservado. Cuando su padre falleció ese rasgo en particular pareció agravarse, vendió la granja, le dio su parte y se mudó a un terreno vacío en donde puso un trailer. Ermitaño era la palabra que se venía a la mente cuando pensaba en Chanyeol y probablemente eso hubiera pensado toda su vida si no fuera por los incidentes de hace diez años.

Cuando lo vio en la puerta de su casa esa mañana no podía creerlo. Sabía que para entonces su hermano tendría cuarenta y dos años, pero se veía mucho mayor, estaba delgado y parecía que traía todo el polvo de la carretera encima. La verdad no sabía que decirle, ni una sola palabra se acercaba a su mente. Y entonces entró Luhan.

-¿Qué haces aquí?-fue lo primero que recibió a Chanyeol en esa casa. Luhan lucía alterado.

-Vine a verlo-respondió Chanyeol, breve como siempre.

Sehun se dio cuenta del estado de su marido y se tornó a poner su brazo sobre sus hombros para ponerle un cable a tierra.

-Luhan, tranquilo-dijo Sehun en su tono amable de siempre-Ven, Chanyeol, entra. ¿Quieres tomar algo? ¿Un café?

-Un café estaría bien, gracias.

Mientras se dirigían a la cocina, Luhan parecía alterarse más.

-No lo ha visto en años, probablemente ni se acuerda de él, ¿Cómo le vamos a hacer eso a Cheol Soo? ¿Lo has visto? Está todo sucio y no tie-

-Luhan-le cortó Sehun, impasible como era él cuando tenía la certeza de algo-Él es su hijo, trae al niño.

La hora azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora