6. Después de la webcam... Marina quiere más.

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Mi compañera de piso estaba hecha toda una perra en celo y yo pensaba volver a follármela en cuanto pudiera, mi masturbación solo había valido para bajar parte de mi calentura, pero eso no saciaba las ganas que me habían entrado de ella en la webcam.

Decidí meterme en la ducha, el agua fría me ayudaría a despejarme y a pensar en mi siguiente paso, a la vez que me bajaba la nueva erección que se me había formado al recordar las imágenes.

Justo acababa de cerrar la mampara, cuando la puerta se abrió y su voz resaltó sobre el sonido del agua.

-No creo que necesites una ducha fría si yo te vuelvo a calentar, ¿no?

Tragué saliva pesadamente, notando como mi erección ascendía por momentos.

-Después de esa sesión debes estar bien sucia...- medité mis palabras.- Déjame limpiarte.

Tras unos segundos de silencio, escuché como prendas de ropa caían al suelo y los pasos de Marina se acercaban. Entró a mi lado en la ducha, el pelo suelto cubriendo sus pechos, mostrándose ante mi sin ningún pudor. Pasé los brazos a su alrededor, alcanzando mi gel, vertiendo una buena cantidad en mis manos antes de emitir una única orden.

-Gírate.

Marina me dio la espalda y empecé a enjabonar sus brazos, subiendo hacia sus hombros en un lento masaje que también pasaría por su estómago, su columna y alrededor de sus pechos, donde comencé a estimular sus pezones.

Jadeó entre mis brazos y aproveché ese instante para acomodarme entre sus nalgas, dejándola sentir mi dureza. Involuntariamente sus manos se movieron a esa zona, pero la sujeté pegándolas a la pared.

-Ahora estoy jugando yo.- murmuré mordiendo su lóbulo. Dejó escapar un leve gemido, demostrándome lo excitada que estaba mientras yo seguía torturando sus pezones, cada vez más erectos.

Bajé una mano por su vientre, agachándome a la par que dejaba caricias en sus muslos, enjabonando la zona antes de comenzar a subir a su zona más delicada. Separó las piernas, lo que me dio una perfecta visión desde atrás. Pasé mis pulgares por sus muslos, subiendo en un lento masaje hacia su centro en movimientos circulares que la hicieron removerse. Dejé viajar mi aliento por su húmeda intimidad antes de revocar mi orden.

-Apoya tu espalda en la pared.- dije con tono autoritario, tomando sus caderas.

Acerqué mi boca a su centro y chupé, lamí y succioné cada parte a la que podía llegar, jugando con los dedos en sus dos orificios, escuchando sus gemidos de placer mientras enredaba sus manos en mi pelo. La sentí temblar y aumenté mis penetraciones con la lengua mientras estimulaba su clítoris con los dedos, pero no esperé oír las palabras que pronunció a continuación, levantándome la cara.

-Te necesito dentro de mí.- rogó con la respiración desacompasada, tendiéndome un preservativo.

Abrí el paquete rápidamente, colocándomelo antes de enganchar una de sus piernas en mi cadera.

-Dime qué quieres.

-Fóllame.

Y ese suspiro escapando de sus labios fue suficiente para que me lanzara a devorarlos al tiempo que embestía contra su húmeda entrada.

Ella se aferró a mi nuca, devolviéndome el beso con la misma dosis de pasión ahogando sus gemidos, mis penetraciones cada vez más profundas. Pero no me bastaba, quería llegar más dentro de ella, enterrarme como pocas veces lo había estado.

-Sujétate.- le dije antes de levantar su otra pierna, gesto que ella entendió acoplándose en mis caderas sin separarse un centímetro de mí.

Apoyé una de mis manos en la pared de su espalda mientras la otra seguía aferrando su cadera, dando estocadas rápidas y certeras en su interior.

-¡Ah! Alex, sigue así...

Sus gemidos en mi oído solo lograron excitarme más, aumentando el ritmo de mis caderas, intentando controlar la marabunta de sensaciones que su interior me hacía sentir.

Me la follé por varios minutos en los que ella, insaciable, siempre pedía más. Y yo encantado se lo entregaba.

-¡Ah! Bájame.- pidió al cabo de un rato.- Quiero que me folles de espaldas.

Y dicho y hecho, la bajé, saliendo de su cálido interior, viendo cómo ella se giraba hasta apoyar su pecho contra la pared, levantando el culo en mi dirección. Di un azote en una de sus nalgas, provocando que diera un respingo y quedará de puntillas, situación que aproveché para volver a introducirme en ella de un solo golpe.

-¡Ah! ¡Cabrón, qué rico! ¡Sí! ¡Sí!

-¿Te gusta así, eh, nena? Dámelo todo, sé que estás cerca.

Y un gemido fue la única confirmación que necesité para saber qué mis palabras eran ciertas. Íbamos a aguantar poco en esta posición, ya que las piernas de Marina comenzaban a temblar y mi polla cada vez se endurecía más dentro de su interior.

Agarré su pelo en una coleta, aumentando el ritmo de mis embestidas, pegando su espalda a mí pecho para poder sentirla más profundo, más y más húmeda cada vez.

-Dame más, por favor...- se mordió los labios intentando contener los gemidos de placer que escapaban de su boca, sin mucho éxito.- Mmmmm... ¡Sí! ¡Ah! ¡Sí! ¡No pares!

Le di un par de azotes con todas mis fuerzas, catapultando su orgasmo al tiempo que mi polla empezaba a estremecerse y mis movimientos se volvían descontrolados. La solté del pelo y agarré sus caderas, provocando que cayera hacia delante y nuestra penetración se volviera más ruda que hacía unos instantes mientras todo su cuerpo se estremecía con su orgasmo y sus gemidos se elevaban sobre el agua de la ducha.

Gruñí terminando de correrme, notando como sus espasmos contraían mi polla, exprimiendo hasta la última gota de semen de mi interior.

-Joder, nena...- murmuré ronco, pasando las manos por su espalda, ayudándola a incorporarse antes de salir de su húmedo agujero.- Follarte es un vicio.

Marina rió discretamente, volteando para mirarme. Tenía los ojos encendidos y las mejillas rojas, producto del orgasmo que acababa de tener. Estaba espectacular.

Pero lo que yo no había notado fue que, al otro lado de la puerta del baño, Eva nos espiaba con los ojos fijos en mi miembro, masturbándose mientras imaginaba sus más sucias fantasías. Y no percibí su presencia hasta que, al apagar el agua comiéndole la boca a Marina, escuché un gemido apagado y como la puerta se abría un poco, dejando ver a la espectacular mujer del otro lado, aún con la mano entre sus piernas.

-En la próxima cam podrías invitarlo a jugar, ¿no, Marina?

Se miraron cómplices y les dediqué una sonrisa enigmática. Por poder probar el cuerpo de Eva, era capaz de cualquier locura.

Buscando compañera de piso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora