Amárrame.

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La bata de satén cae por sus hombros.

Observa con atención su reflejo en el espejo de cuerpo completo.

Su piel lechosa resaltando con el color negro de la bata.

Los plieges abiertos en su escote hacen que se alcance a ver un poco del encaje de su lencería.

Un escalofrío recorre su piel.

Intenta respirar con calma para tranquilizar sus nervios.

Sus ojos descienden un poco más, se queda un momento mirando su zona íntima, la bata le cubre hasta la mitad de sus muslos donde se ve el liguero.

Se siente satisfecho solo de ver su reflejo, el contraste de los colores negro y rojo, su instinto sabe que la sorpresa le va a encantar a su hombre.

Y hablando de su hombre, se supone que tuvo que haber llegado desde hace una hora y no hay rastro de él, ni un mensaje o llamada para informarle que llega tarde.

Suspira y va hacia su tocador. Toma asiento y decide retocar por segunda vez su maquillaje, no quiere verse tan exagerado pero tampoco tan sutil, algo termino medio.

Es cuando termina de pasar la brocha con iluminador que escucha la puerta principal abrirse.

Rápidamente acomoda sus prendas y va directo al gran colchón, tumbándose en el centro y colocándose en una posición sensual.

Alcanza apagar la luz y que solo las velas iluminen la habitación.

Los pasos se oyen por la cercanía y el silencio, también escucha el susurro de las prendas deslizarse por la piel que cubren, sus nervios aumentan a medida que los pasos son más cercanos hasta que ya no se escucha nada.

Espera un poco, sabe que su esposo está ya en la puerta de su habitación, tendrá que estar planeando una entrada triunfal porque no le ve sentido a que aún no entre y devore aquello que es suyo.

La desesperación pudo más que él y se levantó de la cama, yendo directo a la puerta y ver que demonios sucede.

Cuando su mano agarra el pomo y la puerta se abre, su boca se seca completamente. Le cuesta pasar la saliva de la impresión.

Podrán pasar años y años de matrimonio pero jamás va a acostumbrarse del todo a ver a su esposo desnudo y deseoso de él y lo que hay entre sus piernas.

- Emi... - Se abalanzó sobre el hombre, dando un leve salto y enredado sus piernas a las caderas del rizado, como intentando cubrir su desnudez con su cuerpo.

- Oh mi amor, no sabes lo caliente que vengo... - Apretó las nalgas de su chico, empujándolo hacia abajo donde su erección espera ser complacida.

- Amárrame.

Susurró en su oreja. Después de decir eso se volvió consciente de todo lo que Emilio le hacía. Como un gruñido brotó de su garganta y sus manos apretaron aún más su piel. Fue puesto nuevamente al centro del colchón, vió al rizado ir hasta su guardarropa y sacar aquella caja que tantas noches les dió el mejor de los placeres.

Pronto las vendas de terciopelo negro sirvieron para amarrar sus extremidades a los vértices de la cama, el extasis comenzaba su recorrido por su sistema, no puede negar que él también se siente tan caliente y con ganas de ser utilizado.

Movió sus caderas para hacerle saber a Emilio que lo necesita abajo, pero solo le veía buscar algo en su caja personal.

- Mi amor, te quiero entre mis...

- Shhh, lo menos que vas a hacer hoy será hablar...

La voz ronca de su esposo le elevó aún más, fue interrumpido por una venda en su boca, la delicadeza con la que Emilio la amarró le hacía casi llorar.

𝐺𝑜𝑜𝑑 𝐼𝑛 𝐵𝑒𝑑 | 𝐸𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎𝑐𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora