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Ahn JaeHyun se tomaba muy, muy en serio sus responsabilidades. Desde sacar a pasear a las mascotas de sus distintos jefes por la mañana, hasta asistir a clases en tiempo y forma según lo exigieran sus horarios.

También estaba acostumbrado a todo tipo de ambientes.

Porque, a pesar de que su condominio no figuraba en una zona decadente sí que se notaba distinta de cuando el universitario se paseaba por las calles adineradas por donde andaba sujetando las correas de distintas razas de caninos que no siempre eran tan dóciles como para dejarle disfrutar de un paseo ameno.

Tenía su tiempo distribuido de una forma casi inhumana.

Apenas volvía a casa de ese empleo madrugador se tomaba seis minutos exactos en la ducha. Ni más, ni menos. Cinco minutos para cambiarse. Otros diez para comer el desayuno y treinta para ir a la universidad.

Sí, treinta.

JaeHyun no podía tomarse el lujo de viajar en autobús hasta la universidad. Para alguien que debía pagar bastante en matrículas incluso el bus sonaba a un lujo. Por ello, lo más viable era andar a pie a todos lados. Y el único transporte por el que cedía era el que tomaba para volver a casa durante la noche.

Las cosas para él estuvieron muy apretadas durante las últimas semanas luego de que lo hubieran despedido del centro de comida japonesa sin darle algún tipo de remuneración para al menos soportar mientras encontraba un nuevo empleo. Por ello se vio obligado a romper su promesa. Quiso mantenerse firme en no molestar al señor Cho después de los inconvenientes que le ocasionó antes. Pero la oferta le resultó demasiado tentadora como para tragarse el orgullo y la dignidad.

La cafetería estaba en una buena zona. Justo a unas cuadras de la universidad. Lo suficientemente cerca de su trabajo nocturno. Y con una paga que, de ser posible, le permitiría contar con dinero extra para, por ejemplo, salir a pasear en sus ratos libres o comprarse algo de ropa.

Puesto de esa manera quizá parecía como una forma de vida complicada y lamentable. Sin embargo, JaeHyun la agradecía. Trabajar era muchísimo mejor que ser un parásito. Tenía enormes deseos de salir adelante. De superarse. De conservar sus propias cosas sin necesidad de molestos arriendos o tediosos cobradores.

Por ello, difícilmente al chico se le veía tristeando con la mirada gacha. JaeHyun era un tipo de sonrisas y optimismo. Pero no de ese que disfrazaba realidades crudas por detrás. Su ánimo era tan genuino que, por ese motivo, no faltaba quien lo creía un poco torpe y demasiado inocente.

Así, tomándose tiempo extra para asistir a su primer día de trabajo, Ahn llegó a la cafetería con una sonrisa enorme. Listo para lo que sea. Preparado para servir, ofrecer y cobrar según fuera el caso.

Con solo ingresar entendió que necesitaba calmarse.

Adentro era muy pacífico.

Una música suave acompañaba a los comensales del lugar quienes, curiosamente, también reflejaban un aura de relajación a pesar de que afuera se estuviese desatando el caos entre tanto estruendo citadino.

KyuHyun se encontraba detrás del mostrador.

JaeHyun se acercó con cuidado hacia él. Se detuvo a casi un par de metros de distancia. Creyendo que no había notado su presencia lo observó por varios segundos.

Sin poder tomar control de sus propios ojos el chico revisó el atuendo de su jefe. Los cabellos atados en esa media coleta. Las mangas que le llegaban por debajo de los codos. Sin accesorios ni nada extra, pero con una apariencia pulcra que casi le roba un suspiro.

Lemon [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora