La luz intensa la cegó cuando entreabrió los ojos, obligándola a cerrarlos de nuevo. Tardó varios minutos en ajustarse al brillo que inundaba la habitación. Cuando finalmente logró enfocar la vista, reconoció el familiar entorno: estaba en la cama de su habitación del hotel, sana y salva, tal como Sara le había prometido la noche anterior.
Valentina sintió el peso de la ropa que aún llevaba puesta, la misma con la que había salido a festejar. Era evidente que no se había movido desde que la dejaron allí, algo que le recordó lo borracha que había estado. Un punzante dolor de cabeza la golpeó sin piedad, recordándole las consecuencias de su noche de descontrol.
Desde el rincón de la habitación, una voz conocida rompió el silencio.
—Che, yo creo que esta más allá que acá —comentó el Kun, observándola desde el sillón con una sonrisa pícara—. Yo digo que la enterremos.
—A vos te voy a enterrar una piña —respondió su hermano con esa mezcla de ternura y exasperación que solo él podía manejar.
Valentina apenas pudo reunir fuerzas para murmurar.
—¿Nico...? —dijo con un tono apagado y arrastrado—. Me siento como el orto.
Su hermano se acercó a la cama y se sentó a su lado. La miraba con preocupación evidente, sus ojos llenos de esa mezcla de amor fraternal y miedo que siempre aparecía cuando ella hacía alguna locura.
—Y sí, enana, tu amiga me dijo que desde que llegaste le metiste con ganas al escabio —Nico suspiró, pasándose una mano por el cabello mientras la miraba fijamente—. El Dibu me contó por qué te pusiste así. A veces parece que sos una adolescente. Te voy a tener en la mira estos días; sos un peligro.
—Necesita mucha supervisión esta pibita —agregó el Kun, echándole leña al fuego y logrando que la morocha lo fulminara con la mirada.
—Ay, no me jodas, Otamendi... Y vos tampoco, flaco —se quejó Valentina mientras se cubría la cara con las manos, intentando bloquear la molesta luz que la cegaba y lidiar con el latido sordo en su cabeza—. Se me parte la cabeza. ¿Me pasan un ibuprofeno?
Sergio, siempre atento, le alcanzó lo que pidió junto con un vaso lleno de agua. Valentina tragó la pastilla y bebió el agua hasta la última gota, como si el líquido pudiera lavar también su malestar.
—Te vamos a dejar dormir para que te recuperes, pero en cuanto estés bien, vos y yo vamos a hablar. Ah, llegó tu celular nuevo, loquita de mierda —Nico añadió, dejando el nuevo dispositivo sobre la mesita de noche antes de ponerse de pie.
Valentina asintió en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. No tenía energía ni ánimo para discutir con su hermano. Pero cuando Sergio se dispuso a seguirlo hacia la puerta, ella lo detuvo tomándolo de la mano, haciendo que se acercara de nuevo.
—¿Está muy enojado? —preguntó en un susurro, temiendo la respuesta.
El Kun la miró con una sonrisa suave, la preocupación asomando en sus ojos.
—Lo suficiente. Estaba cagado en las patas porque no sabía nada de vos, y se puso peor cuando el Dibu le dijo que estabas sin celu por romperlo.
—La puta madre —murmuró Valentina, sintiendo cómo la culpa se mezclaba con la resaca.
Soltó la mano de Sergio y se hundió en la almohada, gritando en silencio para desahogar algo de la frustración que la ahogaba. Pero el grito dio paso a un llanto contenido, uno que no pudo detener. Las lágrimas comenzaron a brotar con fuerza, y Valentina se maldijo por haber tomado tan malas decisiones la noche anterior.
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loved you first - dibu martinez
FanfictionValentina estaba en Qatar disfrutando de ver la victoria de Argentina tras pasar a finales después de jugar con Croacia, pero una llamada de su novio le arruina la diversión por completo. Las miles de emociones que siente la llevan a confundirse, no...