𝐕𝐈𝐈

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Enola no había dicho una sola palabra estando en el carruaje, no quería dar pie a una conversación con Tewkesbury; de hecho, preferiría no tenerlo cerca. Pensó que de repente había perdido todo sentido de la cordura luego de haber pasado por tanto en una sola noche y aun así tenerlo en frente, ayudándolo. «¿Por qué había aceptado?»

A Enola no debería importarle que luciera devastado, triste y...

Al demonio, verlo hecho un desastre generaba un dolor que no podía comparar con lo físico, atacando en el interior de su pecho sin piedad. Quiso tomar su mano y decirle que todo estaría bien; pero la tristeza y el enojo corrían en su sangre, desfogaría con él lo que no debía.

—Falta un buen tramo para llegar. — anunció él. « Siempre tan oportuno»

—No era necesario que vinieras conmigo, pude ir sola en el carruaje.

—¿Te parece que puedo confiar en alguien a estas alturas como para dejarte sola?— rió sin sentir una pizca de humor—. Ni loco.

—Confiaste en mí.

Tewkesbury cerró los ojos y apretaba el puente de su nariz entre el índice y el pulgar, con fuerza, mientras suspiraba cansado.

—¿En quién sino?—respondió calmado a pesar de que hacía un gran esfuerzo por no despotricar de la frustración—. Sería ridículo pensar que orquestaste todo esto, Enola, estuviste conmigo toda la noche.

Eso tiñó las mejillas de Enola de rojo por enésima vez en la noche, estaba mareada, cansada e incluso creyó tener algo de fiebre. Lo peor de todo era que tenía trabajo entre manos y no lo podía postergar.

—Sigues siendo demasiado ingenuo.

—Me baso en las circunstancias, que crea en ti no me hace ingenuo; pero preocuparme por ti quizá me haya vuelto idiota.

—¿Por qué te empeñas en esto si ninguno de los dos está de acuerdo en que algo saldrá bien con todo esto? — desvió la mirada hacia la ventana para evitar que él notara la vergüenza en sus ojos, inhaló con fuerza conteniendo las lágrimas que comenzaban a surcar el borde de sus ojos café.

—Quizá no esté de acuerdo en cómo me siento con respecto a tí, es humillante, ¿Sabes? Pero no lo oculto. Puedo estar enfadado, hasta puedo aborrecer la idea de quererte incluso más que a mí; pero no puedo evitarlo, no puedo detenerlo y no me avergüenza decírtelo porque siempre he dicho lo que pienso y lo que siento. Y si eso no funciona, pues... Al menos ahora tengo la valentía de hacer lo que me plazca sin remordimiento. No le debo nada a nadie, Enola. Quizá decírtelo no cambie las cosas, ni menos tu perspectiva...es solo que me correspondiste y si eso no significa nada entonces niégamelo, solo así sabré que me equivoqué contigo.

—No se trata de eso.

—Sabes que sí. La última vez que estuvimos juntos en un carruaje la recuerdo como si hubiera sido ayer—sonrió melancólico—, me besaste luego de que me enseñaras a pelear...me besaste porque te dije que te amaba. Me besaste porque me dijiste que me amabas.

—Basta, Tewkesbury, no estamos llegando a ningún lado.

—Te aterra tanto reconocerlo en voz alta que lo evitas a toda costa; pero esa decisión solo pesa sobre ti, Enola.

—¡¿Qué carajo quieres que te diga?! ¡¿Qué estábamos hechos para separarnos y luego volver juntos?!

—¡Quiero que seas honesta conmigo!

—¡Dije te quiero demasiado pronto! ¡¿Contento?! ¡Solo piensa en la vez que nos conocimos! Eso solo podría terminar en tragedia... y tú ya estás tan trágicamente ciego.

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