Capítulo 37

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PRESENTE 9

—¡Martina! —grita Valentina mientras me ayuda a salir del baño—. ¡Llama a tu mamá y dile que Dayana rompió fuente!

—Y a mi esposo —agrego apretando los dientes—, hay que llamarlo.

—No te quiero alterar pero, ¿sabéis que son las nueve de la noche? No va a poder coger un avión de regreso así como así. Lo más probable es que no llegue a tiempo.

Como si tuviera un switch, mis ojos se convierten en dos Churún Merún.

—Quiero a mi marido —sollozo.

—Bueno, bueno. Ya lo llamo.

Con cuidado me sienta en el sofá.

—Mami ya viene en camino —anuncia Martina. Pobrecita, está pálida. Creo que ha visto demasiadas películas dramáticas sobre momentos de parto. O quizás es culpa de que no paro de llorar.

—Maaamiiii. —Samuel empieza a copiarme. Su pecho convulsiona con grandes sollozos y se arreguinda de mis piernas. Si tuviera fuerza lo estrecharía hacia mí.

—¿Qué hacemos? —Adriana dirige la pregunta hacia Valentina.

—Este, no sé...

—Busquen la maleta amarilla que tengo en mi cuarto. —Moqueo un pañuelo de tela que tenía en el sofá.

Adriana y Amanda pegan la carrera hacia el cuarto principal en el piso de arriba.

—Aló —enuncia Valentina hacia su celular—, no te oigo.

—¿Es mi marido? —Valentina asiente y me desinflo del alivio.

—Ahora sí. Te voy a poner en alto parlante. —Hace una pausa para despegar el teléfono de su oreja, presiona el botón del speaker y pone el dispositivo en medio de las dos—. ¿Nos oyes?

—Sí.

De solo oír una palabra de su voz rompo en llanto.

—¡Vida! ¿Qué pasa?

—Calma —ordena Valentina a ambos—, Dayana acaba de romper fuente. Bárbara y Diego vienen en camino. Después de que hable contigo llamo a Salomón y a los papás de Dayana.

—Amor, te quiero a ti —la última letra sale como un gemido sin fin.

—Este... Este... Pero... —Traga tan grueso que lo oímos—. ¿No era en dos semanas más?

—Pues no —confirma Valentina—. ¿Hay chance de que consigas vuelo para mañana?

Le arrebato el celular.

—Mira, Tomás Elías Arriaga Villa. Más te vale que te vengas así sea en lancha.

—Este... No puedo nadar desde Kansas. Si alquilo un carro tampoco llego mañana.

—¡Quién te manda a haberte ido al quinto coño estando yo a punto de parir!

Valentina me quita el celular de nuevo.

—Bueno, Tomás. Haz todo lo posible, ¿sí?

—Okay. —Suena como que quiere llorar—. ¿Daya?

—¿Qué? —Intento inhalar los mocos otra vez.

—Te amo. Lo siento.

—Yo también, las dos cosas.

—Mantenme al tanto —dice Valentina a mi esposo y trancan.

Sin pausa, ella hace las llamadas que había prometido. Mi hermano pega gritos que, incluso sin el altoparlante, los oigo desde el sofá. Mis papás son más calmados, y en medio de esa conversación llegan Bárbara y Diego. Él está de camisa planchada y ella con un vestido bonito, como de que habían ido a un sitio elegante.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora