wreak havoc ━ percy jackson. (1) ✓

xxvii. La belleza de la muerte

capítulo veintisiete: la belleza de la muerte.

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—ESTAMOS EN PROBLEMAS.—FIONA Y HAZEL odiaban traer malas noticias a una mesa llena de papas fritas y hamburguesas, pero no tenían otra opción.—Traté de conseguir un bote. Pero... calculé mal.

—¿Sin botes?—Frank frunció el ceño.

—No, podemos conseguir un bote.—dijo Fiona.—Pero el glaciar está más lejos de lo que originalmente pensó Hazel. Incluso a toda velocidad, no podríamos llegar hasta mañana por la mañana.

Percy se puso pálido.—¿Tal vez podría hacer que el bote vaya más rápido?

—Incluso si pudieras.—Hazel habló.—Por lo que nos dijeron los capitanes, son icebergs traicioneros, laberintos de canales para navegar. Tendrías que saber a dónde vas.

—¿Un avión?—Frank preguntó, esperanzado.

Hazel sacudió la cabeza con tristeza.—Le pregunté a los capitanes de los barcos sobre eso. Dijeron que podíamos intentarlo, pero es un aeródromo pequeño. Tienes que alquilar un avión con dos o tres semanas de anticipación.

Comieron en silencio después de eso. Fiona picoteó sus papas fritas, incapaz de concentrarse. ¿Cómo podrían salvar su hogar si ni siquiera podían llegar al glaciar? Fiona deseaba desesperadamente que ganaran, pero a estas alturas parecía imposible (y sí, incluso ella estaba empezando a darse cuenta de eso). Y no solo eso, sino que Nico... Fiona esperaba que todavía estuviera vivo y que Gea hubiera estado mintiendo para inquietarla. Pero Fiona tenía la terrible sensación de que la diosa le había estado diciendo la verdad. Nico les dijo a ella y Hazel que estaría buscando las puertas de la muerte desde otro lugar. Si había sido capturado por las fuerzas de Gea... no siempre se llevaban bien, su relación era rocosa. Fiona siempre sintió que competía con el fantasma de Bianca... pero él era su hermano, el único hermano que ha tenido. Él era su familia y no podía perderlo.

Aunque ya podía haberlo perdido.

No, se detuvo. Eso es lo que Gea quería que piense..

Un cuervo se había posado en un poste de teléfono y comenzó a croar. Fiona trató de no prestarle mucha atención, pero cuando el graznido de repente se transformó en un aullido estrangulado, ella misma dejó escapar uno. Frank se levantó tan rápido que casi dejó caer la mesa. Percy desenvainó su espada y Fiona sacó su pugio.

En lo alto del poste ya no había un cuervo. En cambio, un grifo feo y gordo los fulminó con la mirad. Eructó y plumas negras revolotearon de su pico.

Hazel fue la última en sacar su arma. Frank hizo muescas en una flecha y apuntó, pero el grifo esquivó tan rápido y fuerte que el sonido resonó en las montañas. Frank se estremeció y su tiro salió desviado.