7.

29 3 0
                                    

Semanas después de lo de Brigitte la familia se encontraba más tranquila. Todos seguían con sus tareas habituales.
Ese día era domingo pero el doctor trabajaba medio tiempo en la clínica. Christian y Till decidieron ir afuera a tomar aire fresco del jardín.
Era primavera y las tardes eran frescas era el momento de florecer de las plantas y era el momento en el que el romance entre Till y Liese florecería.

Ambos jovenes caminaban hacia ella. A diferencia de mayoría de las veces esta vez no llevaba un vestido llevaba un overol de un azul oscuro con un fino suéter blanco por debajo que se ajustaba perfectamente a sus delgados brazos y su espalda también. Se podía decir que el suéter era fresco y de una tela que no era tan gruesa, entonces usarlo en primavera no era un problema. Su cabello iba recogido pero dos mechones se le escapaban, ambos enmarcaban su rostro perfectamente.

Ella no notó la presencia de los chicos que se le acercaban hasta que uno de los gansos salió del lago frente a ella exclusivamente para ir por Flake.

—¡Gertie, cariño! —decía en un tono burlón pero con ternura también. Definitivamente quería mucho a ese ganso en específico, de una forma estaban conectados. A eso Till soltó una carcajada, era particular ver a alguien tan cariñoso con un animal que no fuesen los perros.

Flake tomó al ganso que tanto quería y se sentó junto a Liese. Till se quedó apoyado en el árbol que proporcionaba la sombra que les protegía de la luz del sol. El mismo viejo árbol que era visible en la foto de Brigitte y Anneliese. —¿Ya les has dado comida? —preguntó Flake.

—Si. —Liese miró a Christian y luego miró a Till levantando la mirada un poco. —¿Dónde está papá?
—Tiene turnó en la clínica me parece.
Ninguna palabra salió de los labios de Liese.
—¿No fuiste al cementerio hoy verdad? —la pregunta de Chris a Liese cautivó la atención de Till. «¿Liese va los domingos también? » pensó con cierta concernía.
Liese frunció sus labios y miró al suelo por unos segundos. —Si he ido...
Till frunció el ceño y Flake lo miró a él.
—¿No le pediste a Till que fuera contigo, Elizabeth?
Liese estaba en ciertos problemas con su hermano, la última vez que le llamó Elizabeth fue cuando perdió el vinilo "Stormbringer" de Deep Purple, el cual le pertenecía a Till y fue el primero que había adquirido, Till lo dejó pasar pero Flake estuvo molesto por unos días con ella.
—En un principió solo iba a la librería como me lo pediste... pero Johann me comentó algo sobre su padre.
—¡Elizabeth, no deberías estar cerca de él a solas!
—Escúchame... —le miró con temor y melancolía—Me dijo que el sacerdote se encontraba enfermo y él no podía acompañarle mientras trabajaba en la librería.
—¡Liese!
—Lo sé... estuve mal en no pedir que alguno fuera conmigo pero pensé que no querían ser molestados un domingo.
—Liese, no me molestaría por acompañarte un domingo. Me gusta escucharte. —irrumpió Till en la conversación con un tono más suave para calmar el ambiente y la naturaleza tensa de la conversación.
La mirada de Liese se suavizó y se hizo dulce, por él.
—¿Te hizo algo? —Chris preguntó con su mirada pérdida en Gertie.
Liese no respondió y se quedó pensando en esa tarde.

Ella entró a la iglesia a saludar y se sentó junto a él con cierto miedo.
Leía la biblia. Cuando miró a Liese una sonrisa apareció en su rostro. Volteó a ver si venía con compañía pero no había nadie, solamente ella.
La miró y notó el pequeño broche en su pecho, con su mano le dio un vistazo de cerca.
«¿Donde lo conseguiste Liese?»
«Ha sido un regalo...» respondió sin levantar la mirada.
«Es muy lindo.» su mano subía desde su busto a su rostro, lentamente. «Estuve hablando con el señor... me comentó que está muy molesto contigo.»
Liese tembló con el toque de ese hombre y sus palabras lo hicieron peor.
«Me contó que ahora estas muy amistosa con ese chico... el de los Lindemann.»
«Wernerovich... Till.» dijo en voz baja, apenas se escuchó bajo su respiración.
«Dime Liese... ¿Sabe él que eres mi niña?
Liese se quedó callada, perturbada por como lo hacía ver él. "Su niña"
«Quítatelo.»
«Señor Schäfer...»
«¡Quítatelo, Anneliese!»
El impulso mortificó a Elizabeth. ¿Anneliese?
«Liese.» el hombre se corrigió un tiempo después.
Elizabeth se desabrochó el overol de esa tarde.
«Al altar.» le ordenó.
Ella caminó frente al altar en donde había una figura de Jesús crucificado, sentía una mirada de desaprobación de su parte. Apoyó sus manos en la estructura de madera de la que el sacerdote predicaba.
El hombre se acercó a ella por detrás, con su mano tomó de su cintura y subió el suéter dejando su espalda expuesta.
«Ora. Solo así te perdonará, Liese.»
Ella comenzaba a susurrar palabras y el sacerdote comenzaba a masturbarse.

Lloró, pero el agarré de el sacerdote se hacía más fuerte cada sollozo.
Repentinamente paró su oración y se desmoronó. Se soltó de el agarre del sacerdote y corrió a una esquina de la iglesia, la esquina con la figura de vidrio de la virgen María.
«¿Qué haces?»
«No quiero hacer esto... ya no más.»
«¿Qué dices? Es la única forma en la que te perdonara Liese.» se acercaba poco a poco.
«¡No!» tensaba los nudillos mientras lloraba tirada en el suelo cerrando sus ojos con fuerzas.
Él se acercaba más y cuando intentó poner un dedo encima de ella, Liese tomó la escultura de vidrio de su lado y la sostuvo de lo que serían los pies de la figura.
«No se acerque...»
«Estas demente Liese... Eres igual que tu madre.» Extendió la mano a Liese. «Era terca y tenía la ideología de que era fuerte e independiente pero se escondía detrás de ese doctor. Así como te escondes tú detrás de Wernerovich.»
¿Él le hizo a su madre lo que le hacía a ella?
«No sé de lo que me habla.»
«Lo sabes muy bien. Eres arrogante y no hay nada de especial en ti. Por eso ella odió cuando naciste junto a ese otro chico.»
Temblaba y lágrimas caían con miedo.
«¿Sabes por qué se fue esa noche Liese? ¿Sabes el porqué ella esta muerta ahora?»
No respondía y sus ojos miraban directamente a ese hombre. «Ella los odiaba. Odiaba a todos y nunca quiso a nadie.» tomó el rostro de Liese «Te odiaba a ti.» Antes de que otra palabra saliera de su boca la escultura de vidrio impactó con la cabeza del sacerdote. Cayó al suelo y su cabeza sangraba.

Sin más Liese limpió sus lagrimas, abrochó su overol y apretó el broche de cruz que le regaló Till. Huyendo de la iglesia recordó «Entonces llevarás a Jesús en tu corazón» las palabras que salieron de los dulces labios de Till el día de la muerte de Brigitte.

—¿Liese? —la misma voz la sacó de sus pensamientos.— ¿Te hizo algo?

—No... No me ha hecho nada. —tragó saliva y mantuvo la mirada baja.

El sol se ponía cuando escucharon la puerta de la entrada azotarse.
—¡Elizabeth, ven aquí! —gritó el recién llegado doctor desde dentro de la casa.
Liese se estremeció. ¿Habrán encontrado al sacerdote?

LIEBE LIESE | T. LINDEMANNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora