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—Feliz Cumpleaños—su madre tomaba el rostro de su hijo entre sus manos, clavándole un beso en la frente.

Y muy feliz, hace dos semanas Werner Lindemann fue declarado muerto. Se desapareció por unas semanas y no lo volvieron a ver. Piensan que fue por el mismo gobierno yendo a buscar a Werner por su evasión de los pagos, y de todas formas, le hicieron un funeral decente a Werner, por el cual todo el pueblo pagó sin razón alguna, ¿Ellos no veían lo que de verdad era Werner, Verdad? No tuvieron que soportar los golpes, quemaduras y gritos de ese horrible hombre a su hijo y esposa. Gitte atendió a ese estúpido funeral, pero Till se negaba. Pensó que ese viejo tuvo que haber muerto pagando sus pecados en vida, pagando todo lo que le hizo sufrir, teniendo una muerte mil veces más trágica, Werner no lo merecía, él merecía algo peor que la muerte. De todas formas el pueblo lo veía como un habitante. Podían encontrarlo borracho de vez en cuando pero pensaban que solo eran caídas en el talentoso poeta.

Después de este evento bajo la fría nieve de ese invierno de 1978 en Leipzig, poco después vino el cumpleaños de Till. Quince años, finalmente libre de Werner. Su madre había preparado un simple pastel con ayuda de algunas amigas suyas del pueblo, encima llevaba un par de cerezas que una de ellas había cosechado el verano pasado, las habían enlatado. Aún estaban un poco frescas. Till le agradeció a su madre antes de que ella saliera por la puerta de la casa, estaban en proceso de irse a la casa Lorenz, el doctor pensó en la pobre familia y el pobre Wernerovich quien quedo sin una figura paterna, pensando él que por eso mismo no pudo mostrar la cara en el funeral, por el dolor que causaba la ida de su padre, todo lo contrario, Lindemann simplemente no quiso ir a ese velorio, para él sería como ir a el funeral de el mismísimo Hitler siendo judío.

Pero su madre se veía feliz al respecto, poder vivir en buenas condiciones con su hijo y sin su abusivo esposo era un sueño para ella y al ver a su madre feliz Till lo era. No se quejaba de vivir con los Lorenz a cambio de trabajar en la casa, era mucho mejor que tener que esconderse en la librería.

Cuando se despidió de su madre Till fue a lo que era la oficina de su padre, abrió la puerta con la manija floja y se acerco a el escritorio de el difunto. Escrituras por todas partes junto a una botella de licor. Till se sorprendió por el hecho de que solo hubiese una colilla de cigarro, cenizas en los papeles, pero nunca un cenicero, pues hasta el día de su muerte Werner usaba a Till como su cenicero personal y estaba aprendiendo a acostumbrarse a ello cuando Werner desapareció. Se sentó en aquella vieja silla de madera frente al escritorio y empezó a inspeccionar cajones. En varios solo habían papeles, plumas de repuesto, lápices grafito, algunas biblias todas de diferentes tamaños y colores, incluso en una había una foto de una mujer muy bella frente  un lago con gansos que al darle la vuelta estaba la escritura: "Brigitte, 1960". La foto en blanco y negro era su madre tres años antes de tener a Till. Se asomaba un árbol por la orilla, solo se veían las espaldas de la mujer y un vistazo de sus pies descalzos en el pasto, sus manos detrás de su espalda y su cabeza levemente baja, observando el lago. Till conservó la foto para si mismo, poniéndola encima del escritorio. Debajo de la misma había otra, era la madre de Till pero esta vez estaba con alguien más. Otra mujer abrazaba a su madre y recostaba su cabeza en su hombro. El borde de su gran sombrero de sol se doblaba al hacer contacto con el hombro ajeno. El sombrero llevaba un pequeño listón, que por la foto en blanco y negro Till no sabría distinguir cual era el color que estaba siendo representado por el blanco en ese instante. Detrás de la foto estaba en cursiva escrito: "Anneliese & Brigitte 1960" cabe destacar que las escrituras en las fotos eran diferentes. Esa foto también la conservó.

En otro cajón Till encontró un arma, en ella estaba grabado "Walther" y "Made in W.Germany" , Till supuso que era la compañía que producía esas armas. Al igual que con las fotos, Till tomó el arma y la puso sobre el escritorio. Al ver los tres objetos en el le prestó atención a una escritura que probablemente le pertenecía a Werner.

LIEBE LIESE | T. LINDEMANNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora