A veces es imposible evitar lo inevitable.

Perder a las personas que amas en cuestión de segundos es la realidad más dura que una persona puede vivir, pero no se puede hacer nada. O eso es lo que me dijeron. No queda nada más que seguir adelante y superarlo, pero yo no podía hacerlo.

Dos años habían pasado de ese día y nunca pude encontrarla.

¿Seguí adelante?

Si. Pero nunca perdí la esperanza de que ella siguiera con vida en algún lugar.

Sobrevivimos como pudimos y hablo en plural porque me refiero a otros dos jóvenes que me encontraron luego de ese día, Eric y Giulia.

Eric tenía veinte años y Giulia mi edad, dieciocho. El hermano de Eric era militar, por lo que le dijo que debía huir y dirigirse a la base del este, que se encontraba al otro lado de donde nos encontrábamos. Vivíamos como podíamos y cada uno cumplía una función:

Eric manejaba hacia la base aunque nunca dábamos con ella, Giulia hacía el turno de noche para vigilar que nadie nos atacara y yo revisaba las casas o los supermercados destruidos para buscar comida y elementos que nos sirviera para subsistir, muchas veces nos turnabamos, pero eso era cuando ya estábamos demasiado cansados.

Todo fué normal hasta que una noche cuando fuí a buscar comida en otras casas los atraparon, o eso quiero creer.

Y desde ahí solo quedé yo.

Yo debía cumplir el papel de los tres.

Todas las ciudades eran ruinas, no quedaba nada más que escombros, cenizas y cadáveres tirados por todos lados.

Debía llegar a la base del este, pero no sabía cómo, ya me había perdido mil veces, conducía horas y horas pero no encontrba nada, me estaba dando por vencida, ahora mi vida se resumía en buscar comida en otras casas y rezar para que amanezca con vida al otro día.

En ese año y medio que viví con ellos dos, aprendí un poco de defensa personal, que alimentos seleccionar al entrar a lo que quedaba de supermercados, aprendí a usar un arma, aprendí a dispararle a alguien e incluso maté a varios de ellos.

‹‹Son malos, son malos›› Me repetía siempre.

‹‹Ellos nos arrebataron a lo que más amabamos en el mundo, no merecen vivir››

Eran monstruos, pero no dejaban de ser humanos y la culpa muchas veces me invadía.

¿Que hubiera pasado si la guerra no se hubiera desatado?

¿Hubiera aceptado entrar a ese club?

¿Estuviera eligiendo a qué Universidad asistir?

Todas las noches en la que no dormía, que eran casi todas, no paraba de pensar en esas preguntas. Preguntas sin respuestas, porque la cruel realidad era que estábamos en plena Guerra.

Ese 18 de de Mayo la guerra había empezado, dos años después se calmó, pero ese no era el final.

Sabía muy bien que solo era el comienzo.

Y no iba a morir hasta que no haya encontrado a mi hermana o si eso ya no era posible:

Vengarla.

Siempre pedía un deseo, aparte de que se encontrara con vida.

Volver a ese día y poder despedirme de todos, decirle cuanto amo a Susie y que era una niña maravillosa, decirle un último te amo a mi madre, poder abrazar a Ashley por última vez, porque lo que ocurre inesperadamente casi siempre es lo que más duele.

Es injusto como es la vida. Pero la vida no sería vida si no ocurrieran desgracias. Pero esta es la peor de todas.

Me encontraba en un supermercado destruido, no había casi nada de alimentos, se lo habían llevado a todos, seguramente personas como yo.

De igual manera estaba viendo que podría servir.

Había escombros por doquier, rastros de sangre seca en las paredes y en el piso. Hace dos años podría haberme causado asco o impresión. Ahora ya no me causaba nada.

Encontré un sector de pesca, había tansas, cinturones para poner cosas y una radio.

Una radio.

¡Había una radio!

La saqué de su empaque rápidamente. Debía funcionar, debía.

La encendi y empezó a hacer ruido— ¿Hola? ¿Alguien puede escucharme?— pero solo hacía el ruido característico cuando no hay nadie detrás de la línea.

Suspiré. Estaba segura que nunca llegaría a la base y que nadie me encontraría, pero metí la radio junto a los otros elementos en mi mochila porque que no haya funcionado la primera ves, no significa que no funcione luego.

Decidí que no iba a moverme de lo que quedaba de ese pueblo. No había visto nadie en el tiempo en el que llevaba ahí así que solo era yo.

Aunque estaba sola y sabía que nadie iba a hacerme daño por lo menos por ahora, pero no había ningún sentimiento de paz en mí.  Estaba segura de que en algún momento aparecerían y me matarían, es por eso que no debía bajar los brazos.

— Mañana será un nuevo día— murmuré— Pero ni significa que pueda ser mejor que este.

Ciudades En LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora