9 - Bofetada

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Las siluetas de Max y su pareja de baile empezaron a desdibujarse ante mis ojos después del quinto o sexto gin-tonic. Los murmuros de todos al verlos caminar hacia el centro de la pista habían cesado por completo, y la mayoría de invitados se concentraban en sus bebidas, aunque no con la intensidad de Kimi, quien seguía a mi lado. Permanecí en silencio junto a él hasta que la presión en mi vejiga se volvió insoportable y llegó el momento de descifrar dónde estaban los sanitarios más cercanos. Me giré ligeramente en la silla y logré ubicar la placa que señalaba la dirección correcta entre la gente.

Todo el alcohol que había consumido en la última media hora tardó un segundo en subir a mi cabeza en cuanto me levanté de mi lugar. Mi cabeza se sentía ligera, pero mis pies me resultaban increíblemente pesados. Tuve casi que arrastrarme entre la gente para llegar hasta la gran puerta señalada con la silueta de una mujer. Empujé con fuerza la pesada puerta dos veces, hasta que por fin cedió ante mi peso. No parecía haber nadie dentro, y la música de la fiesta era casi imperceptible. Suspiré aliviada mientras cerraba la puerta de uno de los cubículos del baño y justo cuando estaba tomando el papel higiénico, escuché un sollozo.

Intenté acomodar mi vestido con rapidez para salir de ahí, Lo último que necesitaba era terminar atrapada en un chisme en el baño. El alcohol terminó impulsando mi curiosidad y no pude evitar empujar la puerta de al lado.

Dentro, había alguien sollozando con su cabeza entre las rodillas y su espalda contra la pared.

Retrocedí un paso ¿Acaso estaba tan ebria como para confundir el sanitario de hombres con el de mujeres?

Justo en ese momento, el hombre dejó de sollozar. Me horroricé al reconocer a Max.

Mi primer instinto fue huir, pretender que no había visto nada y volver a mi lugar hasta que Max estuviera lo suficientemente sobrio como para pedirle a Horacio que nos sacara de allí.

Ya era suficientemente difícil lidiar con él sobrio, y no necesitaba escuchar más drama de su parte. Si algo había sucedido entre él y Kelly, probablemente se lo había buscado.Lo que hiciera ese imbécil no era de mi incumbencia.

Para mi desgracia, fingir ser egoísta no se me daba bien bajo la influencia del alcohol, así que en lugar de marcharme me acerqué a él.

-¿Qué demoniossss, Maxxx Emilian? - Agradecí que él estuviera tan borracho como yo, pues sonaba ridícula.

Max no se movió ni un poco.

-¿Vasss a vomitar?

Nada. Solo silencio.

Tuve ganas de abandonarlo ahí mismo, pero no lo hice.

-Max - le llamé mientras me inclinaba torpemente para tocar su hombro.

En ese momento alzó su cabeza y pude distinguir claramente la marca roja en su mejilla y un poco de sangre en su labio.

No pude evitar lucir horrorizada. Jamás creí que era la clase de persona que se metía en peleas estando borracho. Pero por otro lado, Francesco era completamente capaz de esto y más.

-¿Qué demoniossss? ¿Dónde essstá Kelly? - pregunté asumiendo que probablemente se había largado de ahí después de que su prometido abofeteara a Max.

-No...-sollozó por lo bajo antes de seguir hablando - no lo sé. No...importa.

-Por ssssupuesto que importa. Esssse idiota de Francesssss...

-Fue Jos - susurró avergonzado.

Jos ¿Jos quién?

¿Jos su padre? Mierda.

Ni siquiera se suponía que estuviera aquí.

Pensé en todas las posibilidades. Quizás a ambos les interesaba la misma mujer, no sería tan extraño considerando que la mayoría de hombres ricos presentes en la fiesta se paseaban con chicas veinte años menores.

Choqué mi espalda contra la pared y me deslicé a su lado torpemente. Max siguió sin moverse, pero tampoco me apartó cuando acaricié su brazo suavemente. Decidí culpar al alcohol por aquel gesto de empatía.

Continuamos en silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que dejó de sollozar. Estuve a punto de preguntarle qué había sucedido, hasta que él alzó la cabeza y empezó a hablar con rapidez.

-Nunca he sido suficiente para él. No importa que los demás digan "vas a ser campeón del mundo" , para él sigo siendo el mismo niño patético y ridículo - escupió - jamás voy a lograrlo.

Si él, con toda su fama y carrera deportiva por delante era patético y ridículo ¿Qué adjetivos podría calzarme a mí, una simple mesera de pueblo pequeño? Tuve que morderme la lengua.

-Mierda - fue lo único que alcancé a decir.

-Mierda - repitió antes de sonreír ligeramente con lágrimas aún saliendo de sus ojos y acurrucarse contra mí.

Estaba casi segura que el contacto físico cuando nadie estaba mirando no era parte del contrato, pero en lugar de apartarlo acaricié su cabello suavemente. 

En dirección opuesta (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora