III. zero

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"And you were just like the moon,

so lonely, so full of imperfections,

but just like the moon, you shined in times of darkness."






[Invierno, 2006]

Satoru piensa mucho en Suguru. Piensa en su cabello largo, en lo suave que parece al tacto y en lo mucho que quisiera tocarlo. Piensa en sus manos gruesas, en sus dedos duros y en como se verían creando sonidos en la guitarra. También piensa en sus ojos negros, sus labios rotos y su tranquilo tono de voz. Satoru piensa en Suguru cuando viaja en autos desconocidos, cuando llega a hoteles de media estrella, cuando está en el jacuzzi, cuando descansa en el parque y cuando fuma frente al espejo. Piensa en él antes de dormir, cuando despierta, cuando llora. Pero lo que más le preocupa, es que piensa en él cuando hay alguien entre sus piernas.

Suguru no le demostró más que amabilidad desinteresada, una manera tan pura de querer que descoloca a Satoru. La palabra querer suena muy fuerte también. El cariño escandoloso que Satoru tiene por Suguru desde el primer día en que lo vio es preocupante. Satoru sabe que lo está idealizando, es consciente de que Suguru en realidad no es un príncipe, o un ángel guardián (aunque lo parece), sino que es un pobre tipo que estuvo en el lugar y momento equivocados, y que ahora cargaría con una gran culpa si no le da un poco de sus migajas. Aún así, aunque Satoru vive repitiendo esas tristes palabras en su cabeza, no puede llegar a creerlas del todo. Hay algo en la mirada de Suguru que le hace pensar que todo es sincero. Que tan sincero se puede ser en este mundo repleto de mierda? Satoru sabe que si Suguru le abría las puertas de su casa a algún otro desgraciado, las cosas podrían haber terminado muy mal para él. Pero no, Suguru lo invitó a él, le cocinó cinco veces en una semana, le sonrió con amabilidad, con cariño. Satoru, de hecho, sólo tiene llamadas salientes a Suguru en su celular. El lunes quiso ver sus ojos mágicos otra vez y se quedó a dormir. Lo mismo se repitió el martes, el miércoles, y el jueves. Luego hizo dinero durante todo el viernes para así el sábado volver con unos cuantos dólares en el pantalón.

Varios días después, Satoru tiene a alguien entre sus piernas. Este tipo no le da asco, pero tampoco le gusta. Simplemente deja que haga lo que quiera mientras piensa, inevitablemente, en Suguru. No era mentira cuando le dijo que no le molestaría tener sexo con él. Suguru es literalmente la persona más hermosa que tuvo el placer de ver en su vida, y Satoru conoce a demasiadas personas. Ah, se olvida de actuar, cierto, tiene que actuar y quizá así puede llegar a creer que en realidad está pasándola bien (es mentira). El tipo es errático, ni siquiera puede ver su rostro por lo rápido que se mueve, definitivamente no tiene experiencia. Satoru suele disociar demasiado la mayoría de las veces, es un mecanismo de defensa y no puede evitarlo. Esa noche, hay algo dentro de su mente que le hace volver una y otra vez al rostro de Suguru. Piensa en un primer plano de sus labios hablándole (no importa que dicen sus palabras), en su lengua y su sonrisa. Eso es todo lo que necesita para cerrar los ojos y dejarse llevar por el sentimiento. No puede imaginar que el tipo entre sus piernas es Suguru, porque Suguru sería cuidadoso, lo tomaría con sus manos calientes y le susurraría canciones en el oído. Si, si, casi lo puede saborear. Suguru le diría que ningún cuerpo es como el de Satoru, que nadie puede asemejarse a él en el mundo, que es único. Suguru incluso le podría besar los párpados si cierra los ojos, y no obligarle a abrirlos otra vez como este tipo.

Suguru podría hacer esto, y aquello, y podría hacerlo mejor y Suguru, Suguru, Suguru.







El tercer auto que se detiene frente suyo esa noche es un cliente conocido. Satoru suspira casi tranquilo, porque sabe que el tipo no es un degenerado como resultó ser el anterior.

love is suicide • satosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora