V. bodies

1.4K 180 114
                                    

"The empty bodies stand at rest

Casualties of their own flesh

Afflicted by their dispossession

But nobody's ever knew

Nobody's

Nobody's felt like you

Nobody's"

[Invierno, casi primavera. 2007]


Satoru, a veces, se siente de plástico.

El plástico es inerte, es dañino y, cuando se quema, huele peor que la basura. Satoru piensa que esa descripción queda bien con su persona. Quizá sea porque hace poco un maldito cliente le dijo que parecía una Barbie, y que cumpliera su fantasía de usar a alguien (a una persona, a un maldito ser humano) como una muñeca inflable. Ah, mierda, a veces en serio quisiera estar muerto.

Durante las últimas dos semanas lo único que se repite en su derrotada cabeza son las palabras de Suguru. Suguru está loco, totalmente fuera de sí. No hay manera de que quiera cargar con desastres que no son suyos por el bien de Satoru, nadie nunca quizo cuidarlo de esa manera, ni siquiera su madre (sus pensamientos están girando a un terreno inhóspito que no quiere recorrer). Satoru no quiere ser una carga para Suguru, no quiere molestarlo y, si fuera por él, no le pediría ni siquiera un vaso de agua. El problema es que Satoru no pudo escapar de la situación a tiempo y ahora vive en su maldita casa. Aunque, por qué querría escapar? Suguru es la primera persona que no lo trata como un desperdicio, una de las pocas presencias en su vida que no huelen a plástico quemado y a llanto descontrolado. Si, el llanto tiene olor, Satoru lo conoce muy bien.

Satoru no está trabajando mucho. O, al menos, no con mucha gente. Toji volvió de su viaje hace poco menos de quince días y, por alguna extraña razón, lo llama demasiado seguido. Toji le paga muy bien, de hecho, le paga excesivamente bien, así que no tiene la necesidad de estar con muchos clientes. Satoru siempre supo que era un millonario de mierda pero no se había detenido a pensar en eso anteriormente. Toji, ahora, aparece casi todos los días. Satoru no puede quejarse, porque es un hombre decente y porque su dinero le ayuda a contribuir con algo en la casa de Suguru, pero ciertamente está cansado de verlo tan a menudo. A veces Satoru sólo quiere pasar sus tardes libres con sus amigos, pero un mensaje de Toji suele llegar para arruinar sus planes.

Suguru siempre lo observa preocupado. Ah, odia cuando sus ojos oscuros son una maraña de melancolías e inciertos, pero sabe que Suguru no puede evitar sentirse preocupado. Además, ninguno de los dos volvió a mencionar el tema de la deuda y de la latiente posibilidad de que Satoru deje su trabajo. La charla sigue demasiado viva dentro de sus intestinos y en el aire viciado del living, pero no en sus lenguas, donde es importante mantenerla presente.

Satoru piensa que Suguru lo conoce lo suficiente como para saber que está pensando en su propuesta. Tiene razón.

(Satoru no quiere pensar en los problemas reales que carcomen su interior. Siempre deja las dolencias para sufrirlas luego, y así, sólo sigue forjando sus míseros huesos como un objeto inerte, inmovil, pero a punto de caer por el abismo ante el más mínimo viento.)





En el living de Suguru no hay nada artificial como el plástico, ni olor a quemado. La alfombra amarilla que tanto lo refugia siempre está limpia, suave y con ganas de recibirlo. Se siente casi como un abrazo, incluso cuando Suguru no lo está abrazando.

Suguru no está ahora. Él y Haibara fueron a una tienda cercana para comprar comida para la cena, así que por ahora son sólo Shoko y él, sentados en el suelo, alrededor de una pequeña mesa de café.

love is suicide • satosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora