「 05 」

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Era un día muy caluroso. La jungla brillaba intensamente bajo los rayos del sol, y aunque debajo de su espesura las sombras dominaban, la humedad hacía que el ambiente fuera extremadamente pesado.

El sudor recorría la piel de Jaebeom como gruesas gotas, deslizándose por sus tensos músculos hasta caer al suelo.

Se detuvo en un pequeño estanque para beber, y aunque el agua estaba prácticamente tibia, era un alivio para su garganta reseca. Lo que más deseaba con ese calor era refugiarse en su guarida para huir del sol abrasador, pero no podía darse el lujo de detener su labor.

Había pasado ya una semana desde que se había encontrado con el pelinegro por última vez; su colisión terminando en una pelea que le dejó una cicatriz de recuerdo. Y aunque había logrado pasar al territorio del Omega por otras zonas, sabía perfectamente que este estaba al tanto de sus esporádicas invasiones.

Y no le causaban nada de gracia.

Constantes amenazas se manifestaban en el borde que separaban sus territorios, e incluso había sentido un día el aroma de esa pequeña fiera por lo que técnicamente le pertenecía.

Su Alfa interno gruñía por la osadía de otro ser invadiendo lo que era suyo, pero suponía que no tenía derecho a quejarse teniendo en cuenta que él hacía exactamente lo mismo.

Sin embargo, seguía sin encontrar el condenado nido del Omega.

A este punto, no solamente estaba en juego el hecho de conseguir un compañero y quizás tener algunos cachorros para seguir con su linaje. Después de todo, podía oler los suaves y tentadores aromas de otros Omegas en la distancia, sus empalagosas esencias siendo arrastradas con el gentil viento.

Si quisiera simplemente embarazar a cualquier Omega, cruzaría el río y encontraría decenas que caerían a sus pies, rogándole porque los preñara.

Pero no.

No era solamente el querer llenar de bebés a ese Omega rebelde, verlo someterse a él y dejar su lado salvaje para mostrarle su estómago en señal de confianza. Era el desafío y el insulto a él, como Alfa, cuando ese salvaje jaguar había asumido que no solamente era un incompetente, sino que jamás podría encontrar su guarida.

Por supuesto que podría encontrarla, y más le valía a ese reacio felino que se preparara, porque juraba que lo montaría hasta que sus caderas se rompieran.

Podía encontrarla... pero se le estaba haciendo condenadamente difícil.

Sin embargo, había logrado conseguir una ventaja estratégica para poder recorrer el territorio de su prospecto amante sin ser detectado. Una ventaja extremadamente charlatana y confianzuda.

Yugyeom, aunque muchas veces podía llegar a ser un dolor de cabeza con su gran capacidad para decir idioteces, había demostrado que también podía ser un muy buen aliado. Sobre todo para cubrir un territorio que él naturalmente no podía dominar.

La anaconda, en conjunto con su pareja, ayudaban a controlar el río y sus zonas costeras.

Al final, unos días después de que lo había conocido, por la costa del río había aparecido un híbrido de serpiente rey. Preguntaba constantemente si había visto a "un idiota gigante y escamoso" y supo inmediatamente que estaba emparejado al reptil.

Jaebeom tosió un poco, limpiándose la comisura de la boca con el brazo para secar los restos de agua.

Tomó nuevamente las fibrosas hojas que había juntado por la mañana y siguió caminando entre la espesura. El barro bajo sus garras se sentía caliente y húmedo, ensuciando su pelaje dorado; y su cabello se pegaba constantemente a su frente por el sudor.

Pretty Savage [Bnior/JJP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora