Capítulo 1- Lo que era

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Al Huwda Market, 20PM

Danny Wright salió del Al Huwda Market cuando el sol se empezaba a poner. Había comprado unos cuantos clavos y un martillo para hacer unas reparaciones en casa. Al ver el frío que hacía se abrochó su sudadera. Esa sudadera la llevaba cada día y no se la quitaba nunca. Era su amiga y compañera. La llevaba desde hace años y ya se veían marcas, agujeros y se le había descolorido. Pero él seguía con ella y nada se la iba a quitar. Llevaba un recuerdo siempre, desde que se ahogó su hermano, Matt, con ella. Cuando la llevaba le hacía recordar y le resultaba familiar. Sus padres murieron en un accidente de tráfico hace dos años y se separó poco después. No tiene hijos ni mascotas y vive solo. Pero solo de soledad. No se habla con nadie y lo evita en la mayoría de ocasiones. Lo único que puede hablar es en su trabajo en unos grandes almacenes cercanos. Cuando su jefe le preguntaba algo o sus compañeros. Pero esa era su única motivación para salir de casa, excepto para comprar. No salía casi nunca, se tiraba la mayoría del día mirando el televisor o leyendo. Hubo una ocasión en la que su vecina, la señora Margorie, estuvo a punto de llamar a la policía porque no lo vio salir de allí en una semana, pero al verlo sacar la basura se relajó. Mucha gente se ofreció para hablar con él y ver que pasa pero él negó todas y desde entonces nadie más de la zona va a verlo. Piensa que la gente habla mal de él a espaldas y se ríe, por eso lo evita la mayoría de veces. Pero él no era así, empezó a suceder poco después de que rompiera con su exnovia, Susann, una chica de pelo castaño que la consolaba.

Danny cruzó la calle Kern y después la calle Kentucky. A su derecha pasaban varios trenes y pensaba en irse de la ciudad. Muchas veces lo había pensado, irse de esa ciudad y empezar de nuevo, pero algo se lo impedía. Conocer algo nuevo le daría mucho miedo y prefería estar en lo que conoce.

Subió por la avenida Beale y cruzó hacia la calle Lake, donde se situaba su casa. Al llegar, se detuvo en la acera, entre la carretera y la verja. Miró hacia arriba y vió que la farola de encima se encendió. Entonces el show empezaba. Las demas luces se apagaron, quedando la luz de la farola que le iluminaba sola. Empezó a cantar una canción de Frank Sinatra. Un público enloquezido apareció enfrente suya. Cogió el micrófono y se acercó al final del escenario donde unas fans estaban llorando de la alegría. Justo cuando llegó al estribillo unas estrellas cayeron iluminando la noche.

-Has acabado ya con tu espectáculo-dijo una voz.

Danny volvió a la realidad, la que no le gustaba. Su mundo era mejor. Podía ser y ser lo que quería, o más bien soñarlo.

-Pues a mí me ha gustado-dijo otra voz.

-¡Que va! Ha desafinado un montón-dijo otra.

-El público esta comprado para animar, seguro-dijo al primera.

Sus voces le habían empezado a hablar hace dos días. Lo tomó como algo normal, de alguna manera le resultaba familiar y confortable, cosa que necesitaba. La primera se llamaba, Samoht, era muy borde con él y se enfadaba rapidamente. La segunda era la más dulce y cariñosa, Ainos era su nombre. El tercero era el gracioso, lo hacía para molestarle pero en el fondo le quería, se llamaba Ttam. Los nombres no los había puesto él sino qu se los había dicho ellos.

Danny entró por la verja y fue hacia la puerta de madera. El 123 de la calle Lake esconde a alguien importante, pensaba cada vez que entraba. Siempre ha querido ser alguien importante, salir en los libros de historia y ser personaje favorito de algun niño, pero no lo veía posible. Tras estar dos horas fuera, Danny había vuelto a su hogar donde nada le podía fastidiar ni hacer daño. Cerró la puerta al pasar, dejó la bolsa en el suelo y fue directo al sofá. Pero algo no le dejó escuchar al presentador favorito de su programa favorito.

El chico de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora