˗ˏˋ 𝕀𝕀 ˎˊ˗

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Cuando entró, Joshua vio a Jeonghan sentado tras la mesa, mirando a la nada, sus ojos rojos e hinchados, una copa de vino en su mano

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Cuando entró, Joshua vio a Jeonghan sentado tras la mesa, mirando a la nada, sus ojos rojos e hinchados, una copa de vino en su mano.

Fingiendo una tranquilidad que no sentía, cerró la puerta tras él, y el sonido hizo que Jeonghan le mirara.

Su esposo parpadeó para luego sonreír levemente.

Joshua llevaba sin verlo tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio, y estaba esperando que cuando se vieran, Jeonghan comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más.
Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Jeonghan en ese instante.

— Te extrañé mucho —comentó Jeonghan de pronto, poniéndose de pie.

Antes de poder decirle algo, Jeonghan le dio un beso suave en los labios.

Su estómago se contrajo, atónito.

Se alejó, arrugando el ceño en confusión.

— Pensé que no vendrías a cenar —prosiguió Jeonghan como si nada, sin dejar de sonreír —, estaba a punto de llamarte...

Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdido.

¿Acaso...?

Miró hacia abajo, viendo los papeles de divorcio.

— Jeonghan —dijo con la voz suave —, vine para que firmes los papeles.

Y los levantó.

La hermosa sonrisa de corazón que lo había enamorado cuando era más joven se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Jeonghan sacudió la cabeza.

— ¿Qué dices Joshua? —preguntó con la voz temblando —. ¿Papeles de qué?

Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Jeonghan podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.

Joshua habría preferido que Jeonghan colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verlo más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Jeonghan seguía teniendo esperanza alguna de que lo que había ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.

— De divorcio —dijo sin perder el tono suave.

Jeonghan parpadeo.

— Oh —fue lo único que dijo.

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