˗ˏˋ 𝕍𝕀𝕀𝕀 ˎˊ˗

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A la mañana siguiente, todas las cosas resultaron mal paraJoshua

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A la mañana siguiente, todas las cosas resultaron mal para
Joshua.

Comenzando por el hecho de que se quedó dormido y tuvo que salir corriendo de casa
hacia el trabajo, despidiéndose de Jeonghan sin conversar sobre lo que ocurrió esa noche. Luego, se quedó atascado en una congestión vehicular, y para rematar su mal comienzo de día, cuando llegó, su secretaria derramó su taza de café sobre su camisa blanca.

Lo que acabó ese pésimo día fue cuando llegó la hora del almuerzo y se dio cuenta de que dejó su almuerzo en casa, así que tuvo que partir al comedor de la empresa murmurando por el mal humor.

Aunque ese mal humor desapareció un poco cuando sus pensamientos volvieron a lo ocurrido la noche anterior, los besos compartidos, los toques en el cuerpo ajeno, los jadeos contra su cuello, los ojos llenos de amor de Jeonghan sobre él en todo momento.

Se había sentido extraño hacer el amor con Jeonghan después de tanto tiempo, pero por sobre todo, hacerlo de forma tan repentina, pero no le tomó mucha importancia por el momento.

No hasta que Mingyu se acercó.

— Hey, Joshua, ¿cómo te fue ayer? —preguntó su mejor amigo sentándose a su lado —, te estuve buscando pero no te encontré —agregó haciendo un puchero.

Frunció el ceño.

— Logré cerrar el trato con los japoneses —contestó con orgullo —, ¿para qué me necesitabas?

Mingyu comenzó a rebuscar algo en su maleta, sacando una pequeña cajita envuelta en papel de regalo.

Su ceño aumentó.

— Ayer llamé a Jeonghan y le prometí un regalo, así que le dije que se lo mandaría contigo —respondió Kim —, espero que la hayan pasado bien anoche, Jeonghan sonó muy ilusionado cuando hablé con él.

Algo desagradable comenzó a extenderse por su estómago, sintiendo como la confusión y una sensación enfermiza y podrida- se asentaban en su interior.

— ¿De qué estás hablando, Mingyu? —preguntó, y su voz sonó mecánica, sin vida.

Kim arrugó los labios.

— Del cumpleaños de Jeonghan —contestó como si fuera obvio, y pudo notar como su expresión cambiaba de pronto, tornándose
sorprendida y horrorizada —, porque ayer fue su cumpleaños, Jishua, lo recordaste, ¿cierto?

Su cumpleaños.

Jeonghan cumplía veintiocho años.

Se puso de pie bruscamente, ignorando las palabras balbuceantes de Mingyu, su mano apretando el regalo, y con una rapidez inexplicable, salió del comedor.

El cumpleaños de Jeonghan.

Su maldito y jodido cumpleaños.

Recordó su cuerpo empapado, sus cabellos pegados a su rostro, sus ojos hinchados y rojos, su expresión ausente al entrar al departamento. Su voz temblorosa cuando hacían el amor, murmurándole que lo amaba, que lo quería de una forma inexplicable, y que siempre le iba a querer a pesar de todo.

Recordó los tantos cumpleaños que pasaron juntos, sentados en el restaurante donde tuvieron su primera cita, riéndose por cosas sin sentido y mirándose de forma tan enamorada que algo dolía en su interior.

Recordó las palabras de Jeonghan la mañana anterior, cuando lo despidió para irse a su trabajo, la sonrisa en sus labios, sus ojos preciosos llenos de ilusión:

¡Nos vemos en la cena, Joshuji! ¡Espero que te vaya muy bien, ya quiero celebrarlo contigo!

Marcó al número de Jeonghan, pero no obtuvo respuesta alguna.

Recordó todos esos cumpleaños en los que quedaron de verse en ese restaurante viejo sin hablarlo antes, porque se había convertido en un pactado trato entre ellos: todos los cumpleaños de Jeonghan y él, a las ocho de la tarde, iban a juntarse en ese lugar para tener una velada privada, sin nadie más, sólo los dos.

Su mano temblorosa marcó a la oficina de Jeonghan, pero no contestó nadie.

Subió al auto, cerrando la puerta bruscamente, y sin importarle si tenía una reunión a la que asistir después, si tenía algún trato que cumplir, partió al departamento tan rápido como pudo, sintiendo sus meiillas húmedas cuando recordó la dulce sonrisa de Jeonghan esa mañana, el beso profundo que le dio al despedirse, y las palabras que le dirigió.

Ten un buen día, Joshua. Te amo, adiós.

Y no se había percatado de ese adiós, cuando Jeonghan le decía al despedirse siempre un hasta pronto.

Nunca le había dicho un adiós en todos esos años que estuvieron juntos.

Estacionó su auto fuera del edificio, bajando a tropezones, corriendo al departamento ignorando la pregunta confundida del conserje.

Su mano temblorosa encajó la llave en la cerradura, girándola, y sin detenerse a mirar nada, corrió al cuarto matrimonial.

Soltó un jadeo sollozante cuando vio el armario abierto, y entre lágrimas, comenzó a revolver toda la ropa, notando que sólo estaban sus prendas guardadas cuidadosamente en la cómoda.

Los artículos de aseo de Jeonghan tampoco estaban en el baño.

Se tambaleó, desesperado, volviendo a marcar el número de su esposo, pero no hubo respuesta alguna.

Entonces, cuando entró al comedor, lo vio.

Con el corazón rompiéndose en cientos de pedazos, el alma en sus pies, su boca soltando sollozos bajos y las lágrimas cayendo por su rostro...

Joshua Hong vio los papeles de divorcio firmados sobre la mesa del comedor.

Joshua Hong vio los papeles de divorcio firmados sobre la mesa del comedor

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𝔸𝕡𝕖𝕘𝕠 ➤ 🄹🄸🄷🄰🄽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora