CAPÍTULO FINAL

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Un día como hoy hace un año hablé con Sara, no llogré decirle adiós. Un domingo parecido a éste llegué a su vida en una caja café sin su permiso. Recuerdo el brillo de sus ojos cuando veía mi figura de gato, se parece al brillo de la luz que me acompaña en este bosque.

Muy temprano por la mañana, mi bella luz me despertó de un sueño en donde, difusamente reflejado, imaginé todo lo que había dejado atrás. Mi luz me llevó entre la maleza de las ramas donde iba cada vez más rápido. Se movía deprisa, sin perder tiempo, sin perder su brillo. Agitado de tanto correr, el latido de mi corazón se entremezcló con mis pensamientos y solo siete espinas se incrustaron en mi intriga.

Se detuvo en un claro donde había una casa pequeña, un lugar donde al parecer vivía una familia, con una niña de pelo negro. Desde lo alto en la montaña, entendí qué es lo que mi luz quería... que llene de alegría a alguien fabricando mi propia felicidad. La brisa en los árboles decía que baje hacia la casa, mi luz dorada me empujaba por la bajada y unos suaves rayos de sol me sonreían con bondad. Todo sumaba, todo recargaba mi esperanza, la misma que me indicaba que esto no es un error. A la mitad del camino miré hacia atrás, solo para recordar que yo solo era un gato sin un gran destino predeterminado, pero, eso era tan cambiante como mi pelaje de invierno.

Cuando el silencio golpeó mi pelaje, guardé mi pasado entre extraños recuerdos. Mientras mi luz se desvanecía en cuanto yo me alejaba, no sé a dónde fue, pero espero que siga cuidando a otros compañeros felinos sin suerte, quizá ella pueda ser la madre que no tuvieron.

Caminé lentamente.

Desde un pequeño viaje hasta la más grande aventura comienzan con un primer paso, el cual di cuando llegué a la casa de mi mamá. Sara ahora representaba para mí el puente entre la soledad y la esperanza, a pesar de ser una luz sin mucho brillo cuando estaba con vida. Me ayudó a sobrevivir incluso después de partir, con sus errores y tristezas me dijo por donde no debería caminar. Y que cada día es diferente al otro, con sus distintos segundos cayendo en la arena... ahora me dirijo hacia un lugar donde solo han ido mis pensamientos, donde el sol vive muy adentro en mi pecho. Con la cola hacia arriba y una leve sonrisa dibujada en mi cara, bajaba rumbo a una nueva casa. Sara y Max tuvieron que ir por un camino diferente, estaban listos para emprender un viaje hacia el crepúsculo de la vida y yo también me sentía preparado para volver a empezar mi existencia. 

La mente de un gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora